Entrevista con Mario Mendoza sobre «Akelarre»

Vivir en el mundo de los libros me ha dejado muchísimas cosas increíbles, pero una de las que más satisfecho me hacen sentir es haber podido conocer y trabajar con el escritor colombiano más exitoso de los últimos tiempos, un ser humano increíble, un profesional incansable y una mente brillante que ha creado toda una generación de lectores en nuestro país. A propósito del lanzamiento de su novela Akelarre, tuve la oportunidad de charlar con él y aquí les dejo el resultado de dicha conversación.


Foto cortesía de Lectores Mario Mendoza.

Año tras año tu número de lectores crece, las filas para tus firmas lucen interminables y la pasión de quienes siguen tu carrera se hace más grande. ¿Cómo te sientes con eso?

Para mí, toda esta experiencia ha sido increíble. Junto con los lectores hemos venido construyendo algo especial que va creciendo y siento que forjamos una especie de resistencia interesante en un momento en que el país se está acercando a las tinieblas, a unas situaciones muy complejas y difíciles. Nosotros hemos construido un movimiento con la lectura como su centro, porque la lectura evita que caigamos en algunas cosas latentes en la contemporaneidad como lo son la segregación, la violencia, la no alteridad, la negación del otro. Con los lectores hemos procurado mantener una línea crítica e imaginativa, y también creo que, a medida que nos íbamos acercando al proceso de paz, fuimos conscientes de que el único camino que teníamos era el de la educación y la cultura, y eso implica subir las tasas de lectura. Esa es una tarea de nunca acabar.

Hablemos de tu última novela…

Akelarre es un proyecto en el que trabajé los últimos cuatro años de manera ininterrumpida, el cual espero que los lectores reciban con beneplácito. Aquí se van a encontrar con Frank Molina, un detective que estuvo presente en Lady Masacre, La melancolía de los feos, Diario del fin del mundo y que ahora toma el papel protagónico.

No recuerdo qué le dije a Mario, pero quedó impactado.

Tu editor me dijo, completamente convencido, que Akelarre es tu novela más poderosa. ¿Por qué crees tú que lo es?

Yo creo que no voy a hacer literatura durante un tiempo. No sé cuanto dure este silencio creativo a nivel de literatura. No sé si sea un año, dos, cinco, diez. No sé si vuelva a hacer literatura. Por ahora estoy construyendo algo en el universo de la novela gráfica. Yo tenía claro que Akelarre era una novela de cierre, que con ella estaba llegando al final de algo, como a un callejón sin salida, y tenía que concluir ese ciclo de una manera contundente, poniendo el pellejo en el asador, y eso fue lo que hice.

En el Hay Festival colapsé, estuve hospitalizado en Cartagena, luego me operaron en Bogotá y mi salud no ha sido la mejor últimamente, y creo que esto tiene que ver con Akelarre, tiene que ver con una despedida y una manera de decir adiós. En La importancia de morir a tiempo dije que uno debe morir muchas veces durante la vida y yo he muerto muchas, y cada muerte ha sido muy dura y difícil, pero creo que la que representa este cierre es la más difícil de todas.

Podríamos decir que tu obra ha sido un homenaje a todos quienes viven relegados, a quienes la sociedad no les presta atención, a quienes han tenido que luchar por los derechos que otros reciben por omisión. Algunos podrían pensar que las mujeres siempre han tenido muchos de los derechos con los que cuentan actualmente, pero si nos devolvemos en el tiempo nos damos cuenta de que solo han pasado unas cuantas décadas desde que tuvieron la posibilidad de votar, por ejemplo. En Akelarre nos presentas a Leticia, un personaje vital en el desarrollo de toda la trama y con quien siento que rindes un homenaje a todas las mujeres.

Yo sabía que esta iba a ser una novela de cierre y, por lo tanto, tenía que jugarme todas las cartas posibles no solo a nivel de historia, sino también a nivel técnico. En Akelarre hay múltiples narradores, múltiples puntos de vista, torcimientos y giros complicados y que me costaron mucho trabajo. Pero dentro de todo esto, sabía que el eje estructural era ella, Leticia.


Como muchos saben, mi tesis de pregrado es sobre brujas y akelarres medievales, la noche de Walpurgis y el shabat medieval, todo esto a partir de Aura de Carlos Fuentes. Yo nunca olvidé el epígrafe de dicho libro, el cual está escrito por Jules Michelet y habla de las diferencias entre lo masculino y lo femenino en la historia antigua; él dice que la visión mágica del universo la tiene la mujer y no el hombre, porque esa visión se corresponde con la circularidad. La mujer es cíclica, dado por la menstruación y la unión que esto le da con los ciclos de la luna. La vida está llena de ciclos, de hechos que se repiten. Michelet mencionaba que la mujer no solo crea físicamente (a través de la procreación), sino que lo hace psíquicamente por la transmisión de la cultura mediante la oralidad, lo que se explica con las mujeres que contaban a sus hijos las historias de sus tribus mientras los hombres iban a cazar. La primera exclamación que sostiene la voz de la cultura es femenina y por eso yo quería que Leticia fuera el eje central en Akelarre, una voz oracular.

Uno puede llegar a pensar que Frank Molina es el personaje principal de esta novela, pero en la penumbra está una vidente que cree que es una artista. Ella es una bruja que empieza a tener visiones, que empieza a adelantarse a lo que sucede. Es la voz de esa mujer que cruza la ciudad el verdadero centro de Akelarre.

El uso de diferentes tiempos y narradores es solo uno de los elementos que hace de Akelarre tu novela más ambiciosa y desafiante estructuralmente hablando. ¿Cómo fue construirla?

Sin duda alguna lo que mencionas fue lo más difícil a la hora de escribir y construir esta novela. Hay escritores que van explorándose desde la nada, cruzando un desierto y viendo qué pasa en el camino. Yo no soy uno de esos. Yo soy un constructor, una especie de arquitecto. Siento que construir una novela es como construir una casa o un edificio. Las cosas que no tienen a un profesional trabajando se notan, y de igual manera se nota cuando hay un trabajo detrás, cuando hay una planeación. Mi forma de trabajar es esa. Yo preparo planos en los que voy construyendo lo que será la obra.

Este es el mapa, la hoja de ruta de Akelarre.

En Akelarre tenemos a Frank; al Padre Bautista que es un tipo muy atormentado por un pasado espantoso; y a Leticia que es la voz que sostiene la novela. Estos tres personajes tienen cada uno una historia. Hay un suspenso en cada uno y eso debe irse construyendo paso a paso. Yo debo ir contándole al lector poco a poco lo que va ocurriendo. Esto es como la seducción. Uno no llega a la cama y se tira como loco a tener sexo; hay caricias preliminares, hay juegos, acercamientos, baile, besos.

Akelarre es una especie de trenza, porque hay tres historias que se dan de manera vertical, pero el proceso de lectura se da de modo horizontal, intercalando lo que les ocurre a los distintos personajes, pero yo necesito que el suspenso de todos vaya de la mano. No puedo crear arcos dramáticos que se contrapongan, sino que todos tienen que ir iguales, y eso es muy difícil. Hacer que todos los arcos lleguen al clímax en el mismo punto es muy difícil. Voy a hacer un símil y espero no sonar vulgar, pero esto es como si yo estuviera teniendo relaciones con tres mujeres diferentes al tiempo y tuviera que mantener el ritmo y la intensidad con todas. Es exactamente igual.

Coloquialmente, hablar de brujas es hablar de algo malo, de algo prohibido. Recuerdo que mi abuela, que es sumamente católica, me decía que el día de brujas no se debía salir a pedir dulces porque ello implicaba adorar al demonio. ¿Con qué visión vamos a revisar a las brujas en Akelarre?

La verdad es que el catolicismo es una de las pocas estructuras que es de hombres  y para hombres. Es una de las pocas instituciones en que lograr la igualdad de género es casi imposible. La Iglesia católica es una institución arraigada y administrada por lo masculino. Sin embargo, en el centro de esa religiosidad masculina, unas mujeres se sublevaron durante la edad media, un grupo de mujeres se rebelaron y decidieron heredar una tradición muy antigua que venía de los oráculos griegos, de las diosas madres y las sacerdotisas de la prehistoria, y fue un ritual en el que lo religioso es administrado por una mujer, un rito en el que lo femenino es el centro. Por esto es por lo que se montó la Inquisición, porque los hombres se sintieron amenazados, porque los hombres no podían permitir que las mujeres se llevaran la posibilidad de una religión en donde ellas fueran el centro. La Inquisición significó que las capturaran, las interrogaran, las torturaran y las quemaran, con lo cual terminaron cometiendo uno de los mayores genocidios de nuestra historia. Esto es terrible. Es una situación tenebrosa. No podemos olvidar que una de las frases que dijeron los inquisidores fue “por un hombre, 10.000 mujeres”, lo que significa que por un hombre al que tuvieran que interrogar o torturar, harían esto mismo con 10.000 mujeres y eso fue lo que hicieron por Europa, Estados Unidos e incluso en Colombia, porque no podemos olvidarnos del Tribunal de la Inquisición en Cartagena.

A lo largo de la novela, Leticia descubre que es una bruja en términos clásicos, una bruja medieval, una persona que siente algo que la extrapolar. Leticia tiene una sensibilidad especial que la lleva a ser el personaje importante que es en el libro.

Casa llena para el lanzamiento de Akelarre en la FILBo.

Ya hablamos del cierre que es para ti Akelarre y de las múltiples despedidas que ello representan, pero estoy seguro de que decir adiós a Frank Molina cobra un significado muy especial para Mario Mendoza y para su carrera. ¿Qué es lo que más vas a extrañar de él?

Frank ha sido maravilloso porque él es un outsider total. Frank es un tipo que no se vende, que no se negocia, un hombre que vive por las periferias de Bogotá, que busca las historias y los personajes en extramuros. Pero además de eso Frank es un paciente psiquiátrico por su bipolaridad, es alcohólico, marihuanero y termina tragándose las calles, chupándose la suela de los zapatos. Esta novela lo muestra en un estado crítico de soledad, en una depresión profunda. En las otras novelas él aparece internado en muchos momentos, pero en esta se niega a hacerlo porque sabe que el caso en el que está trabajando así lo requiere, porque necesita encontrar al asesino serial que está cobrando la vida de prostitutas del barrio Santa Fe. Frank es un hombre con un refinamiento mental impresionante. Es un personaje maravilloso.

Recuerdo cuando Gabo bajó llorando las escaleras de su casa y su esposa Mercédes le preguntó qué le pasaba. Él era un hombre muy jovial y alegre, por lo que el hecho la puso a ella muy nerviosa y preocupada. Entre sollozos, Gabo le contestó que el coronel Aureliano Buendía se le acababa de morir en el estudio. En Akelarre yo sentí algo similar, sentí que Frank se me salía de las manos y que yo no iba a poder detener lo que le iba a pasar, sino simplemente presenciarlo. 

Los escritores tenemos algo curioso y es que encarnamos las vidas de otros, algo como lo que les pasa a los actores cuando entran en papel. Los artistas nos metemos en la piel de otros, somos otros y vivimos como estos otros. Y también morimos con ellos.

¿Por qué persistes en escribir y construir algo junto a los jóvenes? ¿Por qué seguir escribiendo para ellos?

Yo creo que el mundo está muy mal. Aunque nos hablen de la esperanza y de que todavía hay tiempo, yo creo que no hay que mentirnos. Acabamos de pasar el punto del no retorno. Hemos masacrado a las demás especies, hemos cambiado el clima, hemos modificado la estructura geográfica del planeta, somos más de 7.000 millones de personas y seguimos reproduciéndonos de mala manera, vemos conflictos entre naciones cada vez más fuertes. Vamos hacia una hecatombe de grandes dimensiones y de la cual no habrá vuelta atrás. Yo creo que todos tenemos el palpito de que algo va a pasar. Vivimos en un mundo demente y delirante, y en un mundo así nos quedan los libros, nos queda la biblioteca, el intelecto, la razón. Nos queda la posibilidad de pensar, de argumentar. A nivel macro no podremos cambiar el mundo, pero a nivel micro sí podemos resistirnos. Mis lectores y yo defendemos los libros como una forma de crear mundos mientras llega el desastre final que todos intuimos.

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