Como dicen los Tibetanos...

Recuerdo como si fuese ayer,
cuando la vida era un boceto en el papel
dibujado entre colinas de café,
revestido de un invierno incesante;
donde el sol sería juzgado prisionero
y la brisa castigada con recelo,
donde el hambre era pan de cada día
y el infierno calle a calle revestía.

Pienso tanto y tanto muero en el vacío,
del olvido y al suplicio estremecido,
tan doliente como madre repitente
en la materia insensata de la muerte.

Pasa el tiempo y expira el boleto de entrada,
la fila de acceso al evento ya esta caducada,
me he quedado sin pretextos, sin razones, sin jugadas
la estirpe de mi historia se derriba entre miradas.

Muere el mundo con regalos nunca abiertos,
de pasiones no avivadas y de besos ya desiertos;
fenecen esperanzas para el mundo en desconcierto
pero queda la ilusión del futuro venidero.

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