Reseña: Ciertos chicos - Alberto Fuguet

De una forma u otra, siempre fue a contracorriente. Desafió el establecimiento, invitó a sus pares a salirse del molde y contó la realidad que vivían los suyos, los que eran marginados por no encajar en el concepto de “normalidad”, por amar con libertad y salirse de la caja.

Alberto Fuguet nació en Santiago de Chile el 7 de marzo de 1963. Es escritor, periodista y cineasta, y ha edificado su carrera como una apuesta por narrar lo urbano, lo real, eso que nos atraviesa como seres humanos.

Después de casi una década sin publicar, el autor de novelas como «Mala onda», «No ficción» y «Sudor» vuelve con «Ciertos chicos», un viaje a sus comienzos. El relato se desarrolla en 1986, época de la dictadura militar en Chile, y sigue la historia de Tomás, un joven que ve en su próximo ingreso a la universidad un respiro ante un entorno que amenaza con ahogarlo y llevarse consigo su futuro; y también la de Clemente, quien ansía terminar su cuarto año de periodismo para regresar a Inglaterra. El encuentro entre ambos se da por un fanzine cultural que uno publica y el otro lee, generando que se crucen entre la música, el cine, el arte y la escena contracultura que intentaba iluminar a la juventud en un momento sombrío y servirle de voz ante la violencia ensordecedora.

En este respecto, la narración se construye y enriquece con referencias a películas que se convierten en puntos de conversación y en enfoques esenciales para la forma de ser de los personajes y el modo en que habitan su mundo, influenciando lo que son y lo que hacen.

Esta novela también representa un ejercicio de ver hacia el futuro, de vislumbrar un espacio mejor a partir de lo que antes ocurría en las sombras y que poco a poco se ha ido tomando más espacios. Se da una mirada desde un lente que lo mainstream pocas veces usa, abriendo el espectro a la realidad de masas, a vidas que necesitan ser contadas y en las que en el presente muchos pueden reflejarse.

Y así como Tomás y Clemente se conocen a través de estos vehículos/instrumentos, la novela se convierte en un testimonio del poder del afecto y del sentir. En la búsqueda del yo siempre hay otros que terminan haciendo parte, que suman o restan a la ecuación que casi nunca tiene un resultado definitivo. Conectarnos en lo efímero o en lo duradero es tan inevitable como imprescindible, y puede terminar brindándonos experiencias y motivaciones cardinales, de esas que nunca nos abandonan.

Fuguet siempre ha visto al arte y a su creación como un antídoto contra la opresión, como una manera de resistencia ante un sistema depredador. Su carrera ha sido muestra de ello y «Ciertos chicos» no es más que una confirmación.

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