Reseña: Descubriendo a Miranda - Antonio Ortiz y Giovanna Zuluaga

Hasta hace algunos años vine a entender la importancia de la representación, de reconocerme en otros y otras, de no estar solo. Cuando eres una persona LGBTIQ+ es común vivir con miles de miedos, no sentirse normal, empujarte a fingir para encajar en lo socialmente aceptado o limitar lo que realmente eres.

En esto el contenido que consumimos juega un papel fundamental. Encontrar personajes como nosotros, plasmados en las películas, series, videojuegos o lecturas que consumimos, es más importante de lo que cualquiera pueda llegar a imaginar.

El escritor colombiano Antonio Ortiz, un referente en lo que literatura juvenil respecta en el país, ha dedicado su carrera a exponer la realidad y las problemáticas a las que la juventud está expuesta. La drogadicción, el bullying, las enfermedades mentales, la violencia doméstica o las rupturas familiares, por solo mencionar algunos, son temas que se abordan en sus historias.

Y la apuesta continúa esta vez con Descubriendo a Miranda, novela que escribió a cuatro manos con la escritora colombiana Giovanna Zuluaga, quien hace su primer acercamiento en lo que a literatura juvenil respecta luego de escribir dos novelas en las que la realidad de las mujeres colombianas se entrelaza con el erotismo propio de ser humanos.

Durante el tiempo de encierro por la pandemia del COVID-19, esta pareja de esposos decidió contar la historia de una joven llena de miedos, tristeza y una constante sensación de no sentirse parte de nada en un mundo que te pide a gritos hacerlo. Miranda tiene 15 años y está terminando su bachillerato. Vive con su abuela, su hermano menor y su papá, y tiene una amiga “falsa” con la que solo puede verse por fuera del colegio. Por su forma de ser y de expresarse, ha sido relegada en su grupo y objeto de burlas por parte de sus compañeras y compañeros de clase.

El camino que recorreremos junto a ella durante la lectura del libro está lleno de experiencias que, sin importar la edad de quien esté leyendo, generarán inmediata identificación pues todos y todas las hemos vivido, ya sea directa o indirectamente. Miranda no entiende por qué las demás personas la rechazan por la forma en que se viste o se peina, por qué su padre se preocupa más por su hermano menor que por ella o por qué le gusta una chica y no un chico como al resto de sus compañeras de clase.

La historia también representa la constante búsqueda de la identidad que atravesamos, esa necesidad de encontrar nuestra voz y hacer que se oiga en medio del estruendo que se vive día a día, del ruido ensordecedor que juzga, segrega y silencia a quienes se salen de la norma. Y en este punto la representación es vital, pues se convierte en un lugar seguro y de identificación para quienes no lo hallan en su casa, su colegio o sus círculos más cercanos.


Y en todo esto la soledad entra a conversación, pues cuando no encontramos respuestas ni certezas, solemos refugiarnos en ella. Llegan voces que nos dicen que no somos suficiente, que nadie nos quiere, que no estamos bien o que no importamos. Nos encerramos en nuestros problemas y pesares y les permitimos que crezcan, que nos traguen y se llevan esa construcción de lo que somos que tanto anhelamos. Nunca olviden que está bien pedir ayuda (especialmente la profesional), está bien llorar y sentirse mal. Nunca olviden que podemos ser apoyo de los demás, acompañarles y ser su soporte.

Algo muy interesante en el desarrollo de este libro es que se da una valiente crítica al papel de la iglesia y la academia frente a la forma en que afrontan la realidad de los y las jóvenes que hacen parte o se acercan a ambas buscando apoyo o atención. Perpetuar los discursos de indiferencia, violencia y exclusión es uno de los principales retos que deberíamos tener como sociedad, y en los que la academia y la iglesia pueden jugar un rol trascendental para muchas personas. De la misma manera se dan señales de aviso para padres, familiares y amigos frente a la forma de entender y tratar a la juventud y la niñez, guiarles, no menospreciar sus emociones y hacer parte de sus procesos. Nunca olviden que las palabras tienen mucho poder y que cada chiste o comentario homofóbico puede destruir a alguien que está luchando por entenderse y encontrarse.

En el prólogo del libro, el escritor español Nando López resalta la importancia de dar voz a las infancias y juventudes LGBTIQ+. Porque existimos y sentimos. Porque igual que el resto estamos en una búsqueda constante, y estoy seguro de que encontrarse con personajes como Miranda será un abrazo para que muchas personas sientan algo de compañía y de reconocimiento, para que comprendan que habrá momentos difíciles, pero que hay soluciones, hay personas dispuestas a ayudarles y que ya han atravesado un camino similar al que otros y otras están empezando a andar.

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