"He ido encontrando nuevas formas de escribir suspenso". Una entrevista con Paula Hawkins

Paula Hawkins pasó del periodismo económico a escribir novelas románticas bajo un pseudónimo, para luego a convertirse en uno de los fenómenos editoriales más grandes del siglo y el rostro del thriller doméstico (domestic noir) en el mundo: historias con mujeres como protagonistas, desarrolladas en un ámbito doméstico, con un crimen por resolver y preocupaciones cercanas para cualquier lector o lectora.

En la búsqueda constante de analizar la psiquis humana y decodificar la sociedad por medio de un hecho que rompe su curso normal, llega «La hora azul», novela que parte de una exposición de la fallecida artista Vanessa Chapman, en la que es encontrado un hueso humano en una de las obras que se suponía solo estaba compuesta por huesos de animal. Más allá de la resolución del misterio, este libro habla de la complejidad de los seres humanos y sus relaciones, de la amistad, el deseo, los miedos y el legado que queremos dejar.

He leído a Hawkins desde que publicó «La chica del tren» hace una década. La conocí personalmente hace siete años en una firma de autógrafos para promocionar su libro «Escrito en el agua». Ahora, tuve el privilegio de conversar con ella sobre su oficio, su obra y su nueva novela.

Al escribir «La hora azul», ¿qué imaginaste que iba a generar en quien lo leyera?

Bueno, esperaba y espero que se sientan impactados, especialmente con el final, el cual fue muy difícil de escribir porque es bastante trágico, pero sentí que así era como iba la historia, que era el final correcto. Así que creo que habrá conmoción y probablemente algo de tristeza, pero quiero que el lector, de alguna manera, escuche ese pequeño fragmento de Vanessa, una de las protagonistas; espero que les haga reflexionar y mirar atrás, ver si podrían haber visto venir algo de esto. ¿Sabes? Quizá pudo suceder todo de manera diferente en otras circunstancias, pero así fue como pasó, así es como ocurre en la vida.

He leído muchas novelas me que me han generado la conmoción y el asombro que espero «La hora azul» cause. Sí, siempre me gusta eso en una novela, cuando llegas al final e inmediatamente quieres volver a leerlo todo para entender qué ha pasado, qué detalles dejaste ir, darles una nueva mirada a las circunstancias… Quizá verlas de otra manera.

Terminé hace poco un libro llamado «The safekeep» de la escritora holandesa Yael van der Wouden. No es una novela policíaca, pero sí una de esas con un giro inesperado en el medio, que de repente te hace entender las cosas de forma completamente distinta; comprendes en verdad las motivaciones de la protagonista.

A menudo pienso en los libros de Kate Atkinson, una de mis escritoras favoritas; es británica. Ella es muy buena en hacerte regresar en la historia y buscar en cada rincón para tratar de encontrar esos detalles que quizá te perdiste o que podrían haberte dado una pista de lo que venía.

Vanessa Chapman es una artista que explora su creatividad desde diferentes ángulos. Escribe, pinta, esculpe, talla… La verosimilitud con que la dotaste es tal, que me fue imposible no ir a Google para buscar más información sobre su vida y su obra, solo para darme cuenta de que era producto de la ficción. ¿Cómo la encontraste? ¿Cómo fue dialogar con ella y con su arte?

Vanessa tiene un diario, y creo que escribirlo fue la mejor manera que tuve para conocerla, para identificar sus influencias, entender qué pensaba en ciertos momentos de su vida y cómo cambió con el tiempo, como vivió sus diferentes etapas. Eso lo hice a través del diario. Lo que quedó en la versión final del libro fue solo una parte de todo lo que escribí en él. Pero también leí bastante sobre escritoras y artistas, así que tomé mucho de sus experiencias. Por ejemplo, de la escultora Barbara Hepworth y de la artista Celia Paul, ambas británicas. Me concentré en estudiar el lenguaje que usaban para hablar de y con su trabajo porque los artistas interactúan con lo que hacen de manera bastante particular, única.

Y luego, para la obra como tal, para los paisajes y las pinturas marinas, tuve en mente a la pintora escocesa Joan Eardley, quien murió hace mucho tiempo. Me inspiré en su obra porque sentí que en ella encontré lo que imaginaba que hacía Vanessa. Para las pinturas negras tomé algo del irlandes Francis Bacon… ¿Sabes?, al escribir, pensé en piezas de arte específicas, las cuáles cada lector puede ver e interpretar de manera diferente, dependiendo cómo la sienta y el arte que disfrute.


Tres niños asomados a una ventana, pintados por Joan Eardley

Para mí, «La hora azul» es tu novela más grande hasta el momento. Es profunda, pausada, intrigante, menos convencional. ¿Cómo ves el proceso que te ha llevado hasta este punto?

Muchas gracias por eso. Todas las novelas han sido escritas por mí, hay preocupaciones y motivaciones que se mantienen en el tiempo y en el papel, pero yo he cambiado como escritora y como persona, no soy exactamente la misma que era cuando escribí «La chica del tren», que es un libro muy conceptual, un thriller apasionante. Cuando terminé esa novela, quise escribir algo nuevo de inmediato, más grande, con diferentes narradores y tramas; así llegó «Escrito en el agua». Quizá fue una idea un poco loca en su momento, pero... Bueno, después quise tener un grupo de personajes con una conexión vaga entre sí, y nació «A fuego lento».

Lo que he ido buscando a lo largo de los años es encontrar nuevas formas de escribir suspenso en cada libro, y creo que con «La hora azul» he llegado a un punto diferente, que me aleja de los thrillers tradicionales. Eso me parece bien, y espero que a los lectores igual. Creo que mientras escribas personajes cautivadores y aún haya un misterio por resolver, puedes hacer lo que quieras en un thriller, pero sin duda mis historias se están desviando de lo que era, por ejemplo, una novela como «La chica del tren».

¿Cómo lograron Vanessa y Grace que contaras su historia por sobre todas las otras ideas que seguro están en tu mente y tocan la puerta para que las escribas?

Esta es una pregunta interesante. Sí, tengo muchas ideas de personajes, y si miras en mi computadora encontrarás una o dos líneas de cada uno de ellos. Una idea, una descripción, un miedo… ¿Sabes? En el proceso, decides que tienes que escribir sobre uno y descartas a otro, pero ese otro vuelve de manera recurrente, sigues pensando en él. Eso me pasó con la idea de escribir sobre una mujer que iba a inventar cosas, a crear; me obsesioné con ella, hasta que eventualmente se transformó en Vanessa, la artista. Hay una especie de insistencia en el fondo de mi cabeza que me dice que esa persona va a ser interesante. Todavía no sé exactamente por qué, pero una vez que empiezo a escribir, sencillamente lo sé. Hay personas como Vanessa y Grace a las que no puedes ignorar.

Mencionaste a Vanessa y su espíritu creador, y hay una escena en la que su estudio está completamente destruido, y pienso que dentro de las ruinas de lo que ya no es puede quedar un vestigio de lo que puede ser, una suerte de inspiración y punto de inicio. ¿Hay algún personaje, lugar o hecho que hayas tenido en mente para una historia, que no se dio en su momento, pero que retomaste en otra después?

Sí, absolutamente. De hecho, entre la publicación de «Escrito en el agua» y «A fuego lento», empecé a escribir una novela ambientada en una isla. Escribí y escribí, y cuando llegué al primer tercio del libro, pensé: "Oh, no, no, no, esto no funciona. Tengo que empezar de nuevo". Finalmente, dejé de escribirla. Fue horrible porque había pasado como nueve meses trabajando en ese libro y luego... fue como si tuviera que tirarlo. Tiempo después, fui a una exposición de arte de Lee Krasner, una pintora estadounidense. En algún punto de su carrera, ella había empezado a hacer algunas obras, pero decidió que las odiaba y las rompió. Supe esto y me dije: "¡Qué interesante!". Creo que ahí pensé en ese personaje que te mencioné antes, en esa mujer que iba a crear cosas, y decidí que la isla del proyecto que había desechado podría ser una ubicación fantástica para contar su historia.

Empiezas algo y no funciona, así que lo desechas. Quizá, más adelante puedas retomarlo.

Así como en la vida, en «La hora azul» la crítica especializada y los medios construyen una narrativa sobre un tema o una persona en común. Sobre Vanessa Chapman dijeron muchas cosas que crearon en la opinión pública a un personaje que no era del todo cierto. ¿En algún punto de tu carrera experimentaste algo parecido?

Hubo algo, sí, no en la misma medida de lo que le ocurrió a Vanessa, pero definitivamente tuve entrevistas cuando salió la adaptación de «La chica del tren» que me irritaron bastante porque sentí que eran condescendientes. Recuerdo una, no nombraré al periodista, pero sus preguntas me hicieron pensar: "¡Dios mío! Esto es muy sexista". Y eso nos pasa a muchas mujeres, nos hacen un tipo de preguntas que a los hombres no se les hacen: sobre el hogar, sobre los hijos, sobre la familia, sobre el cuerpo… Espero que las cosas estén un poco mejor ahora, porque no entiendo por qué se creen con el derecho de hacernos preguntas estúpidas, o quizá sea solo que soy mayor y estoy menos preparada para responder a preguntas estúpidas (sonríe).

Y hablando de esto, ¿hay algún tema sobre el que estés un poco cansada de hablar?

En la mayoría de las entrevistas o en las charlas con la gente, siempre hay preguntas sobre «La chica del tren». Incluso en esta conversación en la que no me has preguntado por ese libro en específico, hemos hablado de él. Eso no me incomoda, está bien, no puedo quejarme de ello. Es una historia que a muchas personas les encantó.

Hay inquietudes respecto a la película, sobre si me gustó y demás. ¿Sabes? Yo no escribí la película y tengo mis opiniones al respecto, pero entiendo que la gente quiera saber sobre ello. Es como cuando una gran banda quiere centrarse en sus nuevas canciones y no tanto en sus grandes éxitos, pero sus fanáticos quieren escuchar esos grandes éxitos. Simplemente dales lo que desean escuchar (sonríe).

Momento fan con Paula Hawkins

La carrera de una escritora como tú trae implícita la tarea de girar por diferentes países para promocionar tus libros. ¿Cómo lo has manejado?

Disfruto mucho viajar, pero es realmente agotador. Por ejemplo, llevo varias semanas de gira por Latinoamérica y me ha encantado; estuve en Chile, Argentina y México, y ahora aquí en Colombia, y ha sido fantástico, pero también agotador. Ya estoy lista para volver a casa, sobre todo porque ya no quiero estar más en un hotel. Estoy cansada de estar en un hotel (sonríe).

Y no te imaginas las giras por Estados Unidos. Siempre son muy difíciles porque vuelas a una ciudad nueva cada día, así que tienes que ir al aeropuerto cada mañana. Es muy agotador y nunca ves nada, no conoces nada. Al menos aquí tuve algo de tiempo. Me di unas pequeñas vacaciones en Chile antes de empezar la gira. Aquí en Colombia pienso ir a museos y lugares que me han recomendado porque tengo un día libre. Pero no siempre es así.

Sin embargo, trato de quedarme con lo genial que es conocer a los lectores y a la gente que está muy emocionada de verte y escucharte hablar de tu trabajo. Es genial. Es muy divertido.

Stephen King se levanta todas las mañanas a las 8:30am. y, sí o sí, debe escribir al menos durante 30 minutos. No importa si está en su casa, en un hotel, aeropuerto o de vacaciones…

Probablemente esa es la razón por la que Stephen King ha escrito unos 100 libros en 10 años (sonríe).

Seguro que sí. Al respecto, me gustaría que habláramos de tu rutina de escritura y si las giras de promoción las afectan de algún modo.

¿Sabes? No puedo escribir cuando estoy de gira. A veces tomo algunas notas, pensamientos sobre el libro que estoy escribiendo, sobre sus personajes, pero nada más. Necesito estar en casa, frente a mi escritorio. Primero voy al gimnasio o salgo a correr, y luego me siento en la tarde a escribir. Después leo un poco o hago algo diferente. Esa es mi rutina de todos los días, la necesito para escribir.

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