"Escribir me hace replantear cosas, me hace reflexionar". Una entrevista con Alice Kellen

Conocí a Alice Kellen gracias a mi hermana. Ella devora las novelas de esta escritora como si se tratase de la maratón de una serie en Netflix. Termina un libro y empieza con el otro de inmediato. Y estoy seguro de que no es a la única persona que eso lo ocurre, pues esta autora nacida en Valencia ha vendido más de un millón de copias en todo el planeta y cuenta con una legión de lectores que no para de crecer.

Tomada del Instagram de la autora

Leerla es conectar de inmediato con las experiencias cotidianas de la vida, con sus momentos difíciles y de risa, con la búsqueda de la identidad que llevamos como seres humanos, con los recuerdos creados y con los que quisiéramos haber construido. Todo esto pasa dentro de la exploración del amor que hace en cada una de sus novelas, misma que logra que su obra, tal como este sentimiento, sea transversal a personas de cualquier edad.

“Cuando somos niños y jóvenes tenemos una visión idealizada y dulce del amor. Conforme vamos creciendo, experimentamos otras facetas y descubrimos que no todo es tan utópico como pensábamos. También entendemos que hay diferentes clases de amor y que hay que aprender a conocernos bien para identificar qué es lo que queremos y necesitamos de una relación de cualquier tipo. Pienso que hay tener la mente abierta cuando de esto se trata”, dice Kellen sobre el eje central de su obra.

Empezó a escribir desde muy pequeña, hizo algunos semestres de filología y luego terminó trabajando con su marido en una empresa de marketing. Autopublicó su novela debut en 2013 durante los primeros años de Amazon en España, punto que ella considera clave para que ese libro haya tenido buenas ventas y despertado el interés de una editorial. A partir de allí, concentró todos sus esfuerzos en la escritura, en darle forma a la infinidad de historias que pasaban por su mente, entre las que destacan Nosotros en la luna, 33 razones para volver a verte, El mapa de los anhelos, El día que dejó de nevar en Alaska y El chico que dibujaba constelaciones.

A la hora de empezar un nuevo libro, esta fanática de El Principito y de los gatos tiene claro que hay dos cosas que nunca se deben perder de vista: “Primero, el conflicto de la novela debe ser sólido; si avanzas y sientes que todo se desmorona, pues a seguir trabajando. Segundo, hay que dedicar tiempo a lo que escribes, experimentar, descubrir y permitirte equivocarte; esos momentos no son perdidos porque estás aprendiendo. Al final, hay que continuar hasta la historia fluya y logres el mejor resultado posible. La disciplina es clave cuando escribes”.

De cada país al que viaja se lleva libros que le permitan ver un poco del lugar que muchas veces no tiene la oportunidad de conocer ya que las giras promocionales en las que se ve inmersa están llenas de encuentros con sus lectores, firmas y agendas de prensa. De Colombia, por ejemplo, ahora hacen parte de su biblioteca Así comenzó nuestro olvido de Trudy Jordan, Esta herida llena de peces de Lorena Salazar Masso y Palabras vacuas para un adiós que no termina de Manuel Bernardo Rojas.

Tomada del Instagram de la autora

En su novela La teoría de los archipiélagos, la autora acude a Martín e Isaac, dos hombres muy distintos que terminan cruzando sus caminos por casualidades del destino, para hablar de los recuerdos, los prejuicios y la importancia de vivir con intensidad, y también para sentar un necesario mensaje sobre la empatía y el respeto por la diferencia. “Este libro llegó de manera inesperada. Estaba de vacaciones en una aldea rodeada de mucha vegetación. Me imaginé a dos personas mayores que se encuentran y, a partir de ahí, empecé a recomponer la juventud de cada uno. Solo quise contar una historia de amor”.

Cuando se les pregunta a sus lectores el motivo por el que les gusta tanto lo que escribe esta autora, la mayoría de las respuestas apuntan a lo que sus tramas les hacen sentir, a la inclusión de temas y problemáticas actuales, a que exalta las relaciones sanas con sus historias y a que lo que narra les permite ver la vida de un modo distinto. “Me sorprendo cada que una persona me dice que leyó algo que yo escribí en un mal momento y eso le ayudó. Me sorprendo al saber que mi obra ha impactado en otros y los ha marcado de alguna manera”, confiesa Kellen al respecto.

“Me gusta escribir y no sé estar sin hacerlo”, tiene claro esta defensora de la novela romántica. “Es algo que he hecho siempre y ahora es mi trabajo. Escribir me hace replantear cosas, me hace reflexionar. Es una conexión similar a la que tengo por la lectura, pero mucho más íntima”.

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