"El concepto de familia elegida es realmente poderoso". Una entrevista con Mark Gevisser
El periodista sudafricano Mark Gevisser presenta en su libro La línea rosa un documento extraordinario sobre el que hablamos en esta entrevista, el cual permite entender los avances en materia de derechos y libertades de la población LGBTIQ+, así como los duros desafíos que se vislumbran en la materia.
Siete años de viajes, entrevistas e investigación fueron necesarios para que Mark Gevisser culminará la escritura de La línea rosa. Visitó Sudáfrica, Rusia, México, Egipto e India con el objetivo de ver cómo se ha dado la lucha en pro de los derechos y libertades de la población LGBTIQ+ y también de identificar los avances y retrocesos en la materia en cada territorio. En este texto seguimos una línea de tiempo de indispensable consulta para estudiar la evolución de nuestra sociedad y comprender diversos fenómenos que se construyen y transforman con el paso del tiempo.
¿Cuándo
y por qué decidiste escribir este libro?
Al salir del
clóset en la década de los 80, jamás imaginé que el número de lugares en el
mundo en el que se reconocerían los derechos de personas queer como yo
crecería de manera exponencial. Eso fue algo asombroso para mí.
Pero también se
convirtió en un tema de discusión importante en materia geopolítica por la
velocidad con la que estaba ocurriendo dicha discusión, logrando convertirse en
una conversación de connotación global.
Creo que el
detonante para mí fue en 2009. Me casé con el hombre con el que había pasado
más de 20 años. Sudáfrica legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo
y dije que sí, no tanto por el matrimonio como institución, sino por los
beneficios que traía consigo. Muy poco después de eso, conocí la historia de una
pareja en Malaui que celebró una ceremonia pública de compromiso. Les arrestaron
y sometieron a un juicio humillante en el que se les impuso una sentencia de 14
años de trabajos forzados por relacionamiento carnal contra el orden de la
naturaleza.
Eso me empujó
a querer conocer historias y también a contarlas.
La globalización de la información ha servido como herramienta para dar mayor visibilidad a las luchas en favor de los derechos y libertades de la población LGBTIQ+, pero al mismo tiempo ha contribuido al resurgimiento de diferentes tipos de violencia en contra de dicha población. ¿Cómo ves el panorama en este sentido?
Hay toda una
nueva ola legislativa de derecha en diferentes partes del mundo, por ejemplo,
en contra de los derechos de las personas queer y del derecho que tienen
las mujeres de abortar. Esa será una realidad latente mientras vivamos en una
sociedad patriarcal.
Lo que
significa esto es que tenemos que seguir luchando, seguir entendiendo lo
cambios sociales que se dan y fortaleciendo nuestros discursos a medida que
todo evoluciona.
No podemos
negar que hemos avanzado, que las cosas no son iguales que hace 40 o 50 años,
pero siempre existirá la posibilidad de que la llama del retroceso se encienda
si la agenda machista está vigente y la derecha sigue usando la religión como
forma de adoctrinamiento.
En
relación con lo anterior, podemos hablar del uso que dan ciertos grupos al
concepto de familia como mecanismo para perpetuar la vulneración de los
derechos en contra de la población LGBTIQ+. Bajo tu experiencia y tus términos,
¿cómo definirías esta palabra?
Durante el
tiempo que he trabajado en estos temas he visto el uso que han dado a esa
palabra para generar acciones en contra de personas como yo. Es un arma
política. Nos hacen ver como seres que van en contravía de los “valores
familiares” y en algunos territorios esto se lleva al extremo. Por ejemplo,
en Europa del Este hay una crisis poblacional y en Rusia muchos consideran que
ser homosexual es algo antipatriótico.
Yo nací de un
país multiétnico, en el que poca gente encaja realmente en los ideales de la
familia que demandan algunas religiones y mucha menos cumple con esos “valores
familiares”. La mayoría de las personas viven en familias
intergeneracionales con varias madres y, a menudo, sin ningún padre. Y en
muchos países ocurre lo mismo. Es raro encontrar núcleos conformados por papá,
mamá y dos hijos como se ve en las pancartas de quienes profesan la teología anti-género.
Así no son todas las familias.
Hace unos años
en Sudáfrica curé una exposición donde se presentaron diferentes tipos de
familias queer. Esto fue supremamente relevante porque dio pie a que
otros sintieran que lo suyo también encajaba allí y les permitió exigir sus
derechos.
Como persona queer,
este concepto es uno de mis regalos más grandes, uno de los dones que me ha
permitido la sociedad. De alguna forma, hemos institucionalizado la palabra
familia de una manera interesante, incluso hemos batallado para que se
reconozcan las nuestras legalmente. El concepto de familia elegida es realmente
poderoso, tal como lo exploro en el capítulo que dedico a mi viaje a la India.
Cuando nos echan de nuestros círculos biológicos, tenemos la oportunidad de
encontrar a nuestros propios hermanos dentro de la comunidad. Cuando a un niño
transgénero lo sacan de su hogar, mujeres trans de diferentes generaciones le
abren las puertas y se convierten en su refugio. Eso también es una familia.
Hablar de ello me da pie a traer a esta conversación un tema trascendental y que agradezco esté tan presente en la discusión pública en la actualidad: la representación.
Cuando pienso
en representación, pienso en el lenguaje y en cómo este ha evolucionado. Las
discusiones que se dan en países hispanoparlantes al respecto del uso de los
pronombres son realmente interesantes y ese va a ser uno de los grandes
desafíos que tendré que enfrentar cuando vaya al continente para hablar sobre
mi libro.
Para poder
darnos voz a nosotros mismos, tenemos que darle voz a los demás; reconocerles
como quieren que se les reconozca es vital para ello.
¿Cómo
podemos, quienes de una u otra manera tenemos una vida privilegiada, seguir
contribuyendo en la construcción de una sociedad más sana e incluyente?
Hay cosas
pequeñas y cosas grandes que podemos hacer. Voy a concentrarme en las primeras,
porque están más al acceso de todas las personas y no requieren de un gran
número de recursos para darse.
Ser empáticos
y empáticas, respetar y ser amables, tratar de entender a todas y todos, buscar
siempre seguir aprendiendo para así abrirnos a distintas maneras de vivir. La
curiosidad es muy valiosa.
Es importante
la apertura a recibir lo que las demás personas tienen para aportarnos. También
resulta fundamental ayudar a crear espacios para que, sin importar la identidad
de género, cualquiera pueda ser y sentir como quiera.
Ah, y no puedo
dejar de mencionar el activismo, porque es una herramienta esencial si queremos
transformar nuestros contextos.
¿Cuál será el siguiente paso para la línea rosa?
Creo que en
Colombia ya lo vivieron en 2017, durante lo ocurrido en el proceso de paz con
la campaña de desinformación sobre la ideología de género. La derecha usando el
futuro de niñas y niños como bandera para perpetuar las ideas de que somos
personas malas y de que queer es sinónimo de ser depredadores de la
infancia.
A pesar de que
la gran mayoría sabe que nosotros y nosotras no somos como quieren hacerles
creer, cuando se usa la ideología para sembrar conceptos e ideas equivocados,
la realidad se trunca y la percepción puede transformarse. Hay que detener esta
oleada de gobernantes que usan el miedo para vender sus ideas, que usan el
temor de la gente para venderles mentiras como verdades.
Hay que seguir
apostando por la secularización de la sociedad, porque es un proceso fundamental
y que debería no tener reversa.
¡Holaaaa!
ResponderBorrarMuchas gracias por traer esta entrevista, me ha parecido muy interesante y además unos temas muy necesarios.
El libro no lo conocía pero oye, ahora me ha dado curiosidad, seguro que aprendo un montón.
¡besotes!
Ojalá puedas leerlo. Es un texto imprescindible.
BorrarUn fuerte abrazo 🖤