Hablemos de Heartstopper de Alice Oseman

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Ya pasé los 30. En eso pensé mientras paseaba con mi perro hoy. Su nombre es Lucas. Ya es mayor, pero tiene más energía que cualquier cachorro. Él iba afanado por oler el mismo árbol al que se acerca todos los días. Salimos más tarde que de costumbre porque encontré en TV Yo soy Simón, película que había visto ya en 2018 (adaptación de la novela homónima de la estadounidense Becky Albertalli). Cómo olvidar a dos adolescentes en la parte más alta de la rueda de la fortuna, dándose un beso frente a todos sus compañeros de clase. Esa es la escena que cierra la historia (perdón si se las estoy arruinando). Esta vez la cinta me produjo cosas diferentes. Y no pude evitar entrar en conflicto por ello. Porque sentí el peso de los años, de no haber sido más valiente mucho antes, de los besos que no di, de los amores que no dejé ser, de las fiestas a las que no me permití ir, de la libertad de la que me privé, de las oportunidades que no tomé, de los caminos que desaparecieron sin que los anduviera, de las decisiones, de los impulsos y de tantas cosas más que ya no están, que ya se perdieron. Pero también sentí algo enorme, una felicidad genuina al saber que millones de chicos y chicas tienen más y más referentes; que ya encuentran en la televisión, el cine o la literatura a otros y otras con quiénes identificarse, con quiénes sentirse representados y representadas. La promesa de un futuro que seguirá mejorando e incluyendo.

Seguí caminando junto a Lucas. Ya el cielo se había oscurecido y él me halaba para que camináramos otro rato. Y mientras avanzábamos, recordé algo que leí hace unos días (no me pregunten en donde, porque de eso sí no me acuerdo). La narradora comentaba que los seres humanos solemos dar por sentado el amor, que pensamos que es algo que le toca a todo mundo y que cualquier persona ha vivido una historia digna de ser contada. Luego, ella misma decía que no era así, que el amor es más restrictivo de lo que pensamos y que no todos tenemos la fortuna de encontrar a alguien que esté ahí para nosotros, que nos cure con un abrazo, que encienda el universo cuando nos besa y a quien queramos tener toda la vida.

El paseo terminó. Le di una croqueta al perro y él se fue feliz a su casa para que nadie se la robara, mientras yo corrí a prender el computador para empezar a escribir esto. Llevaba días queriendo hablar de Heartstopper, una serie de novelas gráficas escritas e ilustradas por la inglesa Alice Oseman, publicadas inicialmente gracias a un crowdfunding, para convertirse tiempo después en un fenómeno en ventas en diferentes países del mundo. Y llegó la inspiración. Y aquí estoy escribiendo sobre Charlie y Nick, dos adolescentes que se conocen, se hacen amigos, se enamoran y comienzan un camino juntos.

¿Y por qué tenía que hablar de esta historia? Porque me emocionó, me conmovió y me hizo muy feliz. Porque soy un adulto que encontró en unas novelas gráficas pensadas para un público juvenil un potente recordatorio de lo bello que es sentir nervios al agarrar a alguien de la mano, de lo invaluable que es una tarde llena de risas en un café cualquiera de la ciudad frente a esa persona, de como lo cotidiano se hace extraordinario junto al ser indicado. Y no importa si la historia terminó, si las cosas no acabaron bien, porque lo vivido nadie te lo puede arrebatar, y la huella quedará siempre en cada uno.

Sí, lo siento, ver un primer amor inocente, tierno y emotivo como el de Charlie y Nick (muy parecido al de Un beso de Dick) activó mi modo cursi. Activó el anhelo de haber tenido uno así. Activó la emoción por estar viviendo algo similar, aunque no es ni el primero ni el segundo jajaja.

Viñeta a viñeta, van a encontrarse con un par de chicos que están tratando de hallar su lugar en el mundo, de entender su forma de sentir y de ser, de construir un futuro juntos, de aceptarse y quererse, de no juzgarse y enfrentar sus miedos. Y a medida que los acompañamos, se escribe una historia que habla también del bullying, las relaciones y sus momentos, la amistad, la familia, la salud mental, la soledad, los sueños y mucho más.

Ojalá todos y todas tengan la oportunidad de vivir algo como lo que tienen Charlie y Nick. Ojalá, el amor y la igualdad puedan ser, crecer y brillar como quieran, sin límites, sin odios ni temores.

Mientras Lucas le ladra al perro vecino, al cual parece odiar, miro mi biblioteca y veo unos lomos de colores. No puedo evitar sonreír. Ya saben cuáles libros estoy observando.


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