Entrevista con Kim Liggett
Reflejar la realidad más cruda a través de la ficción y no perderse en el intento es una especie de arte. No todo mundo llega a buen puerto en este camino, pero Kim Liggett lo logra con su novela El año de gracia, una distopía en la que las mujeres están sometidas a un sistema heteropatriarcal (como el que hay que tumbar en la vida real) que las obliga a someterse a un periodo peligroso que las hará inofensivas para su comunidad. Sobre este libro y un montón de temas interesantes e importantes tuve la oportunidad de hablar con la autora y aquí está el resultado de la conversación.
¿Qué van a encontrar los lectores en esta novela?
Esta historia trata de una sociedad insular que cree que las
niñas, al cumplir 16 años, se llenan de una magia peligrosa y son capaces de
atraer a los hombres adultos a sus camas. Entonces, durante un año de gracia,
las adolescentes son desterradas a la naturaleza salvaje y allí descubren que
aquello a lo que deben temer no es a los elementos, sino a ellas mismas. Se van
con la idea de deshacerse de su magia para regresar purificadas y listas para
el matrimonio. Sin embargo, no todas regresan. El año de gracia suena a una
temporada encantadora, ¿verdad? Pero no lo es en absoluto.
¿Cómo llegó la idea del libro?
Es curioso, porque las primeras novelas que escribí fueron
de terror y este es el primero que no tiene nada que ver con eso. Salió de la
nada. Me encontraba en Penn Station en Nueva York, un lugar un poco loco en el
que nadie quiere estar. Estaba viendo una pantalla para tratar de matar el
tiempo, cuando vi a una adolescente frente a mí. Ella tenía unos 13 o 14 años,
era un poco torpe y adorable, y estaba visiblemente nerviosa. Iba acompañada de
su familia. Cuando vi ese cuadro recordé esa época y lo incómoda que es, porque
uno no sabe qué hacer consigo misma.
En ese momento pasó un hombre de negocios y, pienso que de
manera instintiva, porque no creo que haya sido con malicia, la miró de arriba
abajo. Ahí pensé “oh, dios mío, ella no
tiene idea de lo que suscita, no se lo imagina”. Y eso me alivió de cierta
manera, que ella no se diera cuenta de eso aún.
Luego vi a una mujer mayor que la miró de una manera
similar, pero con una actitud distinta. La miraba como si fuera competencia,
como si esa chica representara todo lo que ella había perdido y nunca podría
recuperar.
Ese par de encuentros marcaron una cuestión de presa y
competencia. Eso me impactó profundamente. No puedo contarte esto sin llorar,
es imposible para mí. Porque esa niña no tenía idea de nada. Y creo que, de
alguna manera, enviamos a nuestras hijas al mundo sin que estén preparadas para
ello, no les hablamos lo suficiente sobre todo lo que les espera. Es una de
esas cosas que dejamos que descubran por su cuenta y eso no está bien.
Así que para mí este libro fue una manera de tratar de
hablar de todo eso, de abrir una conversación entre todas las generaciones de
mujeres, porque siento que esta historia tiene mucho que ver con el silencio
generacional y con cómo no hablamos entre nosotras. Sé que muchas adultas que ya
pasaron por eso creen que las más jóvenes tienen que descubrirlo por su cuenta.
Muchas otras dicen que no quieren tocar ciertos temas con las niñas porque no
los han vivido y no quieren predisponerlas ni crear cizaña. Y ahí es cuando el
silencio hace daño. Y lo que quise hacer fue crear una manera de lidiar con eso
en mi mente, con cómo me sentía con lo que veía.
Y quizá lo más significativo era entablar una conversación
con mis hijas al respecto. Fue la única manera en que podía procesarlo.
Si analizamos el pasado, podríamos decir que las cosas han mejorado. Hoy en día las mujeres tienen más derechos, más oportunidades y voces más fuertes, Y sí, muchas cosas han cambiado, pero muchas otras siguen estando mal, como lo que está ocurriendo en Afganistán, por ejemplo. ¿Crees que la literatura puede asumir un rol en la construcción de una sociedad diferente para las mujeres?
Es un tema muy grande y complejo. Una de las razones para
escribir este libro era mi frustración sobre lo que ocurría en mi propio país
en ese momento con las elecciones y la desilusión de la victoria de Trump.
Fueron tiempos muy duros, porque antes de las elecciones me sentía confiada
caminando por la ciudad, con el movimiento #MeToo creí que venía un cambio
grande, pero luego de ese día todo cambió.
Y escribí la novela como una forma de lidiar con eso, de decirme que
habíamos perdido una batalla, pero quedaba trabajo por hacer.
Siento que el libro se inspira en todo lo que está logrando
el movimiento feminista ahora. Ese camino de aciertos, errores, victorias y
derrotas. En lo que escribí quise transmitir esperanza. Sé que no es una
historia muy alegre, pero hay una sensación de esperanza profunda y vibrante de
que sí lo lograremos.
Aunque estamos leyendo una obra de ficción, cada página de El año de gracia se siente como el reflejo de las dificultades que las mujeres viven día a día. En el proceso de escribir la novela, ¿qué fue lo más desafiante al narrar cosas que enfrentaste de manera directa o indirecta en tu vida?
Fue un libro muy difícil de escribir porque es muy personal,
tanto que pensé que nadie iba a leerlo. Cuando se habla de una novela distópica
feminista, se piensa en que es algo que se ha hecho muchas veces. Incluso los
editores me dijeron “no hagas eso”, jajaja. Pero yo sabía que tenía algo
nuevo y original por decir, aunque pensaba que solo mis hijas y mi mamá la
leerían. Pensé que nadie podría identificarse con el libro de la misma manera
que yo lo hice. Y eso fue un gran aprendizaje para mí, como todo el proceso de
escribirlo. Aprendí mucho de mí, de las mujeres, de la manera en que me
relaciono con ellas y las trato.
Siento que viví con las protagonistas del libro todo lo que
ellas vivieron, que estuve allí con ellas y pude identificarme con cada una.
Incluso pienso que pude haber escrito una novela sobre cada una y especialmente
una sobre cada hombre del pueblo, sobre los guardias, sobre Michael o su padre.
Pero tenía que enfocarme en una sola persona y elegí a Tierney. Quería que cada
lector sintiera lo que yo sentí al escribir la historia, que estaban allí con
ella.
Fue un proceso agotador, desgastante y emocional. No fue
para nada fácil. Ya lo notaste por mis lágrimas de hace un rato.
Ya que mencionas a Tierney, necesitamos hablar más de ella. La protagonista de la historia. Una mujer fuerte, valiente, decidida y un poco temerosa, por obvias razones.
Ella representa a tantas jóvenes que conozco. Las
adolescentes son increíbles. Podría hablar con ellas todo el día porque me
llenan de vida e ideas interesantes. Creo que cuando tenía 16 años fui más
inteligente que en toda mi vida, como si con el paso del tiempo me volviera más
tonta.
Lo que más me gusta de ella es su resiliencia. Ella no
siempre es amable o buena, toma malas decisiones como cualquiera de nosotros.
Es temerosa, pero es una heroína reticente y eso me fascina. Ella no tenía
ninguna intención de serlo ni tenía muchas de las cualidades que pensaríamos
necesarias, pero las desarrolló con el tiempo y las adversidades. Es un reflejo
de lo que somos capaces.
Sigamos con Tierney. Ella se debate constantemente
entre el miedo y la esperanza, el eterno dilema humano. ¿Para ti cuál es más
fuerte de las dos?
Wow. Es una pregunta complicada. El miedo y la esperanza son
dos caras de la misma moneda. La esperanza también puede ser muy peligrosa, una
emoción aterradora. Es muy difícil responder a esto porque ambas pueden tomar
el control de tu vida. Pero la esperanza es el mejor lado de esa moneda. La
esperanza es más fuerte, mientras que el miedo va y viene.
Algunos dicen que el movimiento feminista está yendo
demasiado lejos y está siendo demasiado extremista en el mal sentido. ¿Qué
piensas de ello?
Es curioso porque pienso mucho en eso. Es como un péndulo que
va y viene constantemente, y a veces va demasiado lejos y luego vuelve al
centro. Y yo realmente deseo que las mujeres puedan encontrar afinidad entre
ellas, pues hemos sido educadas para estar separadas. Hay feministas que creen
en una cosa, hay feministas que creen en otra cosa. Estamos diseminadas, pero
creo que en algún momento encontraremos puntos en común, aunque el péndulo siga
oscilando.
Siempre me he considerado una feminista bastante aceptable.
Siempre he creído que lo he hecho muy bien, y cuando comencé a escribir este
libro me cuestionaba mucho a mí misma. Pensaba “no me gusta esta joven”
y después me preguntaba “¿por qué no me gusta? ¿Qué pasa con ella? ¿Será que
estoy celosa porque me siento amenazada? ¿Será que ella simboliza algo que no
me gusta de mí misma?”. Y en 9 de 10 ocasiones descubrí que se trataba de
mis propios problemas y al darme cuenta de ello traté de empezar a ver a las
otras mujeres en el lugar en el que están y no donde yo quisiera que estuvieran.
Ahí se abrió todo un mundo para mí, se abrió mi perspectiva por completo.
Siento que alcanzaremos el cambio que queremos a través de
la aceptación y de estar abiertos a los demás, con sus opiniones y valores, y
entendiendo que nunca seremos iguales. Somos diferentes, pero tenemos un
objetivo en común. Deberíamos ser solidarias con las demás, construirnos comúnmente.
Siento también que se hace mucha fuerza en acabar con el patriarcado, y a mí
también me encantaría que eso sucediera, pero creo que si dedicáramos una pequeña
parte de toda la energía que ponemos en esa causa a reforzarnos mutuamente, ni
siquiera tendría que preocuparnos lo otro. Lo lograríamos de una manera
natural, simplemente sucedería. Creo que deberíamos invertir más energía en
nosotras, pero es una idea radical.
Otro tema que tocas en la novela, quizás el que más me
gustó, es el uso de la fe y la política como mecanismos de control y manipulación
social. ¿Crees que este es un problema inevitable para la humanidad?
Por Dios. No lo sé. Me lo pregunto todo el tiempo. Hablo
sobre ello continuamente (por eso soy una invitada muy agradable en las cenas
jajaja). Creo que la gente no se da cuenta de que el patriarcado y ese sistema
completo son nocivos para todo el mundo, excepto para el pequeño grupo de la
élite. Es nocivo para hombres y mujeres. Es nocivo para todos, porque estamos
atrapados en el mismo sistema y por ahora es algo con lo que tenemos que lidiar.
Me emociona ver cambios. Soy optimista por mis hijas y por
todos a quienes conozco en que habrá cambios significativos porque el mundo ya
no funciona como lo hacía antes.
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