Reseña: El ferrocarril subterráneo - Colson Whitehead


La humanidad ha vivido, y sigue viviendo, épocas oscuras. Podemos remitirnos fácilmente a las dos guerras mundiales que hemos enfrentado, al derrumbamiento de las torres gemelas, a las cruzadas, a lo que significó la llegada de los españoles para los nativos en gran parte de América Latina, a los conflictos internos que han generado el desplazamiento forzado de miles de personas alrededor del mundo (Colombia como claro ejemplo), a la interminable disputa en oriente medio, a la crisis socio-política que vive actualmente Venezuela, o la guerra de secesión (mejor conocida como guerra civil) en Estados Unidos…

Pero todos estos hechos históricos que han mostrado lo peor de nuestra naturaleza, esa vileza arraigada en lo que somos, también han servido para develar elementos totalmente opuestos en nuestra conducta, para dar a conocer esa parte de nosotros mismos que deberíamos hacer más notoria, ese sentido activista y de preocupación por el otro y por su realidad, ese foco de atención por el bienestar de nuestros semejantes, y por el establecimiento de un entorno equitativo, justo y amable.

A mediados del siglo XIX se forjó una iniciativa que salvó la vida de más de 100.000 afroamericanos, la cual se conoce como ferrocarril subterráneo, nombre asentado por el uso de términos ferroviarios para explicar las diferentes actividades que desarrollaron quienes ayudaron a miles de seres humanos a escapar de las plantaciones esclavistas del sur de Estados Unidos, hacia estados libres o hacia Canadá, para brindarles la oportunidad de encontrar la libertad, gozo que la gran mayoría de ellos ni siquiera sabían que existía.

Representaciones de la guerra de secesión, extraídas de sobrehistoria.com

En espacios de tiempo como en el que nos encontramos actualmente en donde la intolerancia se masifica, el concepto de sociedad está cada vez más devaluado, los líderes políticos imponen discursos cargados de odio y segregación (¿cómo olvidar que el presidente del país más importante del mundo es un personaje como Donald Trump?), y en donde nos seguimos matando por no aceptar nuestras diferencias, voces como la de Colson Whitehead son poderosamente necesarias.

“El ferrocarril subterráneo”, del autor recién mencionado, fue publicado en 2016 y merecedor del Premio Pulitzer y el National Book Award, entre muchos otros galardones. Este libro nos cuenta las memorias de una raza, la crónica de millones de personas que, por el simple hecho de tener la piel de otro color, fueron privadas de su libertad y sometidas a uno de los horrores más grandes que la historia haya conocido: la esclavitud.

En esta obra conoceremos a Cora (quien en muchos aspectos me recuerda a la icónica Ana Frank), una mujer afroamericana que por la línea de vida ha estado condenada a no tener autonomía sobre sus acciones, a depender por completo de la voluntad de otros, y a ver maltrechas y maltratadas constantemente su dignidad e integridad. Cora, al igual que su abuela Ajarry, y del mismo modo que lo hizo durante muchos años Mabel, su madre, no ha conocido lo que es tener la potestad de decidir (sí, los esclavos podían hacer ciertas cosas, pero dentro de un rango increíblemente limitado de opciones, y casi todo bajo la estricta aprobación de sus amos), no ha visto de frente la libertad.


Mabel decide escapar para ir por aquello que anhela, por esa libertad que ansía encontrar y disfrutar, pero lo hace sola, dejando a la pequeña Cora, quien en ese momento era solo una niña, completamente desamparada y en pleno inicio de su vida como esclava activa (en la infancia se permitía a los afroamericanos esclavizados “disfrutar” y “vivir”).

Los años transcurren y Cora ve pasar su vida entre abusos, cultivos de algodón, sangre, muerte, latigazos, injusticias, necesidades, lágrimas y carencias afectivas que terminan siendo el detonante para tomar una decisión trascendental para su existencia. Un esclavo llamado Caesar le habla de un ferrocarril subterráneo mediante el cual podrán escapar del lugar del que se encuentran y llegar a otro sitio mejor, en donde quizá la libertad no sea una utopía. Cora acepta, sin importar las consecuencias que esto le pueda acarrear, pues nada puede ser peor que todo lo que ha presenciado y padecido.

Este es el punto de inicio de esta novela que retoma la narrativa enfocada en la vida de los esclavos, en el horroroso sentir de superioridad que ha llevado al ser humano a ser artífice de hechos vergonzosos y denigrantes para con sus semejantes y para con el lugar en el que vive. Colson Whitead mezcla de manera brillante dos polos opuestos: la esperanza y la crudeza, el anhelo y la realidad. Lo anterior queda completamente claro pues el enfoque de la historia puede llevarnos de la búsqueda incesante de Cora por conocer algo diferente, a la misión permanente del cazador Ridgeway para regresar a los afroamericanos a manos de sus amos, quienes son convencidos totales de su estatus superior, de su papel dominante frente a quienes tiene un tono de piel diferente, y legitiman las afrentas de las que son directores.


En pasadas 300 páginas el autor exhibe un hecho colectivo de resonancia histórica por medio de un camino particular, las vivencias de unos cuantos que son el reflejo del dolor y el terror que soportaron (y soportan todavía) millones de personas alrededor del mundo. Lo más interesante, y seguramente el acierto más grande en el trabajo de Whitehead, radica en hacer de un hecho real como el ferrocarril subterráneo, una narración ficticia capaz de mostrar el rigor y la severidad de lo que realmente pasó. Sí, en los anaqueles de la historia el ferrocarril subterráneo quedará registrado como un nombre dado a un hecho concreto, pero en este libro el ferrocarril es verdadero, las vías no son caminos para recorrer a pie, y las estaciones no son las casas de los blancos comprometidos con la abolición de la esclavitud. Bajo los pies de muchos, algunos otros buscan ver el sol, metafóricamente hablando. Whitehead construye un ferrocarril de verdad, una vía paralela a la libertad a la que atravesaron miles de personas durante el siglo XIX, una ruta que literariamente le permitió explorar sucesos atractivos y más potentes de cara al lector y al ejercicio de la escritura. El autor nos permite reconocer lo vivido mediante a un relato inédito.

Nadie debería sufrir un flagelo como la esclavitud, y esta obra, dentro de lo que cabe y guardando las proporciones, nos lo deja muy claro. El ritmo raudo de la narración, y la calidad y profundidad descriptiva de la misma, nos sensibiliza de manera asombrosa y magistral ante los horrores de los que los afroamericanos de esta historia eran víctimas, y de los que millones de personas son víctimas en la actualidad. Las escenas destilan la inclemencia de la realidad, la barbarie continua, la desesperanza latente e inagotable, y un cúmulo de sensaciones de las que no será posible salir ileso, y que avanzan a ritmo desenfrenado, sin pausa ni espera, como debe sucederles a quienes están privados de la libertad y son condenados a “vivir” en función de las decisiones y la voluntad de otros. La habilidad del autor es tal, que parece que estuviéramos viendo una película por la claridad gráfica que denota (seguramente habrá una adaptación al cine o a la televisión muy pronto).

Rutas del ferrocarril subterráneo. Imagen tomada de wikipedia.com

Pero como lo mencioné antes, este libro transita en dos escenarios, y es por eso que con el paso de las páginas también nos encontraremos con otro enfoque diferente, que logra sobrevivir a pesar de todo, y es el de la supervivencia, el de seguir caminando a pesar del cansancio y la inclemencia, de eso que nos hace buscar lo que queremos, aunque todo parezca estar en nuestra contra.

Para mí pesar, todo este interesantísimo trayecto se vio opacado en cierto punto por lo que creo son fallas en la traducción de la obra, pues me topé con incoherencias y con ciertos errores que interrumpieron por momentos el ritmo e hicieron que me detuviera un rato en la lectura. Seguramente leeré más adelante la obra en su idioma original para así poder confirmar o borrar mis temores al respecto.

“El ferrocarril subterráneo” es un libro que duele, que se sufre, que no escatima en descripciones para hacerte ver de forma sumamente realista lo que muchos tuvieron que sufrir a lo largo de su vida, las atrocidades que el ser humano es capaz de generar, y que por momentos se vuelven insoportables incluso a la lectura… Una obra sobre el pasado que cala a la perfección en un momento presente lleno de incertidumbre, de odio, de ideas poco claras, de una ciudadanía demasiado tibia y de dirigentes bastante estúpidos. Un relato llamado a llevar el adjetivo de clásico por lo válido y perpetuo que resulta el mensaje que recorre sus venas. Un llamado de atención para conocer la historia y hacernos responsables de no repetirla.


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