'Mis padres anhelaban que fuera un verdadero macho'. Entrevista con Édouard Louis

Cuando habla de su vida, pareciera que a veces se le confunden el que fue, Eddy Bellegueule, con el que es, Édouard Louis. Son el mismo, solo que Édouard se encargó de desaparecer a Eddy y de él quedó únicamente el libro autobiográfico Para acabar con Eddy Bellegueule, uno de los libros más exitosos del año en Francia en el 2014 y la primera obra de Édouard, un joven homosexual que ha sido considerado una revelación literaria: ha vendido 250.000 ejemplares. Y su impacto fue tal, que tras su publicación recibió entre 2.000 y 3.000 cartas.
“Todo, absolutamente todo lo que cuento allí es real”, asegura este escritor de 23 años, que cambió su nombre en el 2013 y su vida entera varios años atrás, porque su familia, su tierra natal y su clase social le fueron ajenos desde siempre.
Incluso el cuerpo que le asignó la naturaleza no correspondió ni encajó nunca con ese entorno: “Por lo visto, nací así –escribe–; nadie supo nunca de dónde venía aquello, su génesis, de dónde salía esa fuerza desconocida que se adueñó de mí al nacer y me convirtió en prisionero de mi cuerpo (…). Mis padres creían que yo había elegido ser afeminado, como si fuera una estética personal a la que me hubiera apuntado para disgustarlos. Sin embargo, yo tampoco sabía las causas de por qué era así. Me dominaban, me ataban esos modales y no escogía aquella voz aguda. No escogía ni la forma de andar, los contoneos a derecha e izquierda cuando iba de un lado a otro, un contoneo exagerado, exageradísimo, ni los gritos estridentes que me salían del cuerpo, que yo no emitía, sino que, literalmente, se me escapaban de la garganta cuando estaba sorprendido, encantado, asustado”.
“En ese pueblo no se perdonaba a los que éramos así. Por eso, en el libro quise darle un lugar central al sufrimiento y lo hice como un grito”, afirma Édouard cuando habla de las diversas humillaciones e insultos que vivió y que narra en Para acabar con Eddy Bellegueule. Eso sí, se apresura a aclarar que “no es el libro, sino el mundo el que es duro. O, más bien, la realidad de mi infancia, que estuvo enmarcada en la violencia y la exclusión”.


EL TIEMPO habló con este joven escritor sobre su primer libro, traducido a una decena de idiomas y que ha alcanzado lectores en lugares tan diversos como Israel, Turquía, Japón, Taiwán y Estados Unidos. Éxito que Édouard atribuye al hecho de que “todo el mundo ha sido Eddy en algún momento de la vida, pues aunque lo neguemos, en el mundo entero todavía está presente la discriminación por ser mujer, marica, negro, árabe, pobre, provinciano, judío… De una forma u otra la experiencia de la humillación está ahí”.
Entrevista y gráfico tomados de www.eltiempo.com
En la novela hay un intento por encontrar los orígenes de la violencia de la gente que lo rodeó, ¿de dónde proviene ese interés?
Escribir la novela me permitió desplazar mi mirada sobre la realidad. Significa que muchas cosas que cuento y que ahora se leen por el público como violentas, no fueron en su momento percibidas por mí así; entonces, mientras escribía sobre los niños que me golpeaban y que me escupían, sobre los comentarios y el lenguaje de la gente, que en vez de decir ‘gay’, decían ‘marica’ o ‘maricón’, me di cuenta de que esas acciones eran estériles. Por eso quería saber cuál era el origen de tanta violencia.
También hay un afán por comprender a esas personas que le hicieron tanto mal, aunque a veces pareciera que tratara de justificarlas…
No diría que los justifico, sino que los excuso, en el sentido de la raíz latina excusar, que es encontrar las causas de lo que hacían por fuera de los individuos mismos.
¿Esa experiencia de escritura le permitió perdonar?
Mi libro lo excusa todo, ya no estoy en cólera contra la gente que me hizo daño, porque con la escritura transformé la ira en algo positivo. La escritura no permitió que me destruyera, sino que me hizo producir este libro. Pero perdonar no quiere decir amar. Perdoné a mis padres, por ejemplo, pero no los amo.
¿Encontró serenidad después de escribir?
No, porque hay muchas cosas que son indignantes. Habrá que escribir muchos libros más para estar completamente sereno con respecto a todo lo que pasó. Solo puedo decir que he comprendido.
¿Qué comprendió?
Cuando llegué a París y me empecé a sumergir en la escritura del libro y en la literatura, me di cuenta de que ese mundo y ese lenguaje de la violencia, que le es propio a mucha gente, está excluido en la literatura, no aparece en ella… Esa ausencia fue la que me dio energía para escribir, porque es necesario que la gente hable de esto, que se llene ese vacío, pues a veces la literatura se limita a un ejercicio de estilo: de la burguesía para la burguesía, pero hay que hacerle justicia a esas otras vidas. En ese sentido, es un libro insurgente.
¿Cuándo tomó la decisión de escribirlo?
Cuando leí Regreso a Reims (Retour à Reims), de Didier Eribon, por eso está dedicado a él. Es la historia de un niño que pudo, literalmente, desgarrarse de su contexto. Tras leerlo, me dije que esa también era mi vida y quise escribir mi propia historia, pues ese libro fue como un espacio de identificación y sé que el mío también será un espacio de identificación para otras personas. Yo, o sea, Eddy, buscaba un lugar en el que pudiera existir, donde lo pudieran reconocer y amar, porque los demás siempre lo hicieron sentir diferente, aunque nunca lo fue en realidad; por eso, cuento en el libro cómo él soñaba con la normalidad.
¿Normalidad significa no ser gay?
Lo voy a explicar de esta manera: si en mi familia me hubieran dado a escoger ‘o vas a la universidad y comienzas tus estudios o te quedas en el pueblo y eres exactamente como los otros’, no hubiera dudado un solo segundo y habría escogido quedarme y ser como la gente y mis padres soñaban que fuera; un verdadero macho. Era lo que ellos deseaban y como lo que yo quería era encajar, eso llegó a convertirse en mi deseo también. Luego me di cuenta de que en el fondo ese no era mi deseo, por eso me di a la fuga tanto del deseo de los otros como de esa vida en el pueblo y me encontré en otro, en Édouard.
Usted cambió su vida completamente: su nombre, su identidad, su lugar de residencia, todo… Se dio a la fuga, pero de la fuga no cuenta nada en el libro, ¿por qué?
Porque la fuga la produjo todo lo que sucedió antes, todo lo que conté en el libro. Lo más importante es que si la fuga de Eddy se produjo por los otros, quiere decir que uno mismo puede producir las fugas de otros. La literatura a veces parece más para contemplar que para actuar; de acuerdo con eso, creo que lo esencial es hacer saber a los otros que la huida es algo posible, pensable y realizable, y que produce una especie de cascada de imitación.
¿Y ahora cómo es su relación con su vida anterior?
La corté porque no tengo ganas de volver a ella. Me construí otra familia: una familia de amigos y lo hice con plena conciencia porque para escribir el libro tuve que volver a la que fue mi casa y hacer preguntas a mi madre, a mi abuela, y en esas visitas constataba que hay un muro entre mi familia y yo.
¿Cómo es ahora la vida de Édouard Louis?
Me dedico a la escritura y a mis amigos. Trabajo todo el día. Utilizo la literatura como un “deporte de combate”, como lo decía Bourdieu de la sociología, porque me permitió transformar esa vida de violencia de la que ya hablamos.
¿Es feliz ahora Édouard Louis?
Claro porque Édouard Louis tiene la vida que yo mismo le elegí y es mucho más auténtico. Cuando comencé a transformarme, a cambiar mi nombre, mi ciudad y mi estado civil, la gente me preguntaba: ¿a qué juegas? Y yo pensaba siempre en esa hermosa escena de Todo sobre mi madre, de Almodóvar, en la que La Agrado habla de todas sus cirugías estéticas y dice: “Una es más auténtica cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí misma”. Recuerdo que cuando la vi por primera vez, estaba profundamente emocionado, identificado y de acuerdo.
¿Cómo surgió el nombre de Édouard Louis?
Eddy es el diminutivo americano de Édouard y en los últimos años del colegio, la gente comenzó a llamarme espontáneamente Édouard. Al comienzo, no me gustaba y me resistía a ese cambio; luego, terminé adoptándolo. En cuanto a Louis, es el nombre de mi mejor amigo y lo adopté porque para mí la amistad es un modo de vida. No quise conservar el apellido de mi padre simplemente porque es mi padre, creo que eso es un puro asunto biológico, y como además no los quiero volver a ver, entonces quise cortar ese lazo definitivamente y mi nombre está constituido por dos nombres, no hay apellido; es decir, no hay familia, es un nombre sin familia.
¿Cómo ha recibido el público el libro?
Una de las cosas más bellas que me han pasado es que estaba presentándolo en una universidad italiana, y al terminar, alguien me dijo: “Antes de leer su libro, era homofóbico, pero ahora ya no”. Después de que escuché eso, me dije: “Solo esa frase justifica la escritura y la publicación del libro”.
‘Le Monde des Livres’
“Con su obstinación en hablar de la vergüenza, demuestra que su libro revela un escándalo universal de primera magnitud”.

‘ABC’
“Un estremecedor relato autobiográfico de una refinada inteligencia, sorprendente en quien no leyó su primer libro hasta los 18 años”.

‘Le Nouvel Observateur’
“Tejer un texto uniendo dos registros lingüísticos tan opuestos es más que una proeza. El éxito literario es innegable”.

MELISSA SERRATO RAMÍREZ
Para EL TIEMPO
París.

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