Reseña: La manada - María del Mar Ramón

“Faltaba el sapo”.

No recuerdo cuántas veces escuché esa frase durante los años que estuve en el colegio. Desde niño fui muy ñoño. “El nerdo del grupo”, como me decían “los chachos” del salón. Siempre me ha gustado estudiar, aprender, ser responsable con mis trabajos y esa es una característica no bien vista por muchos.

Además, no me animaba nada jugar fútbol, y en una sociedad en la que la devoción por ese deporte es la regla, no cumplirla es un sacrilegio. Porque a los hombres les tiene que gustar el fútbol. Porque los hombres no deben llorar como nenitas. Porque los hombres no pueden ser cariñosos con otros hombres. Porque pareciera que ser hombre es renunciar a sentir. Porque pareciera que ser hombre es renunciar a ser humano.

Lo peor de todo es que esta la historia que sigue escribiéndose. La narrativa que los más pequeños viven, aprenden y repiten. Un error sistemático con consecuencias nefastas. Y esta es la realidad de Hache, el protagonista de La manada, primera novela de la escritora y feminista colombiana María del Mar Ramón, confundadora de la organización no gubernamental argentina Red de Mujeres y del colectivo Las Viejas Verdes de Colombia.

En este libro nos encontramos con un joven que lleva poco menos de un año en su nuevo colegio (masculino y religioso) luego de la separación de sus padres. Allí termina haciéndose amigo de los chicos más rudos, fiesteros y altaneros del curso, derecho que se gana haciendo cosas que nunca pensó, solo por encajar.

Vivimos en una sociedad machista, pensada y construida por y para los hombres. Ello ha generado diferentes formas de violencia en contra de las mujeres, personas LGBTIQ+ e incluso de los mismos hombres. Y es posible decir que la apuesta de la autora es hacer un examen de las causas, efectos, motivaciones y consecuencias de esto, partiendo de una ficción totalmente tangible y aterrizada a la cotidianidad que todas y todos hemos vivido directa o indirectamente.

Hache es la representación de un fenómeno que se niega a desaparecer, de la presión que nos lleva a perdernos y traicionarnos para reencontrarnos en actitudes y formas dañinas y peligrosas. Esa inocencia de quien vive sin prejuicios ni normativas absurdas, que transmuta en frustraciones, miedos y silencios.

Pero para construir el retrato también se cuentan las historias de otras y otros alrededor de este joven. Madres, padres, docentes, compañeras y compañeros de curso. Verdugos y víctimas. Orígenes y nudos que permiten un solo final, marcado por una herida que únicamente va a sanar cuando entendamos lo perjudicial que es, objetivo para el que este libro resulta ser una herramienta válida y valiente.

A pesar de que se narra algo tan personal, la trama aborda problemáticas como el clasismo, la corrupción, la homofobia o el abuso sexual de manera macro. Y es destacable el modo en que en unos cuantos párrafos el relato confronta al lector, lo lastima y lo hace consciente de hechos que ocurren día a día frente a sus narices, pero que terminan convirtiéndose en “incomodidades” a las que no queremos prestarles atención. Hay personas que apenas comen una vez al día, que no tienen un techo para resguardarse, que viven en sus propias casas con abusadores, injusticias que se reproducen gracias al espaldarazo que da el poder, vidas que se terminan porque no ven salida al sufrimiento que reciben por el simple hecho de existir. Y todo se justifica en que así son las cosas y no hay mucho por hacer. El cinismo y la indolencia en su máxima expresión.

Quienes vivimos la etapa del colegio durante la primera década de los 2000 nos sentiremos muy en la onda de una novela que sabe a trago encaletado en las fiestas de 15, tardes en los parques con una caja de vino, perreo intenso y blujeneadas al ritmo de Ivy Queen o Hector y Tito, y una Blackberry como celular de moda. Sin embargo, lo que narra María del Mar Ramón no es un ejercicio de memoria, sino la cartografía de una sociedad que sigue sosteniéndose en una masculinidad tóxica y violentamente metódica. Los telones de fondo se adaptan, pero la escena, lamentablemente, se repite.

La manada es un texto que incomoda y lastima como no tienen idea, porque nos enfrenta a lo que somos, lo que hemos permitido y en lo somos culpables en diferentes niveles. Una clara denuncia hacia las muchas cosas que no funcionan y que deberían enterrarse para pensar en seguir avanzando en ser una sociedad más respetuosa, empática y justa. Si leen Tirar y vivir sin culpa, el otro libro de la autora, van a notar el juicio de una activista que plantea, desde la ficción y la no ficción, una dinámica interesantísima de deconstrucción y reconstrucción como individuos para pensar en lo colectivo. Porque nosotros somos los inventores de la causa y la consumación de nuestra propia tragedia, y también deberíamos ser capaces de revertirla.

 

Pdta. 1: Hay varias escenas fuertes en la historia, pero nada alejadas de lo que ocurre realmente y lo que vemos en las noticias a diario.

Pdta. 2: Aquí les dejo algunas de mis citas favoritas del libro:

"Finalmente, todo el mundo lucha con uñas y dientes por diferenciarse de su crianza. Todo el mundo, por exceso o por defecto, es víctima de la profunda contradicción filial: el agradecimiento y el resentimiento de las decisiones ajenas sobre el cuerpo propio, sobre la propia humanidad".

"En esa ciudad solo bastaba apilar ladrillos uno arriba del otro lo suficientemente altos para construir fortalezas de ricos entre pobres, de privilegiados entre los desdichados, de oasis limpios y brillantes levantados casi literalmente entre la mierda de algunos otros".

"Las noticias aparecían como una imagen de fondo en una ciudad que no las escuchaba y que subía el volumen cada vez más alto de una inaudible salsa brava".

"Los mangos más dulces siempre se pudren en el pasto".

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