Mi tiempo con María del Mar Ramón...

Cofundadora de la organización no gubernamental argentina Red de Mujeres y cocreadora del colectivo feminista colombiano Las Viejas Verdes. Acaba de publicar su primer libro, Tirar y vivir sin culpa, un testimonio de cómo la culpa ha moldeado, censurado y limitado el deseo y el placer femenino. Ella es María del Mar Ramón. Este es el resultado de una charla, un café y una tarde en Bogotá.


¿Qué es el feminismo?

El feminismo es una lucha por la vida digna, buena y placentera de las mujeres.

¿Por qué es importante?

Porque es la única forma de construir un futuro justo para las mujeres y para los varones.

¿Cuál fue el punto de inflexión en tu vida para empezar a vivirla desde el feminismo?

Los diálogos con mis amigas, la construcción de la amistad feminista y ver la realidad con las inequidades que nos tocan.

¿Qué piensas del sueño que tienen muchas niñas con ser como las princesas de Disney?

Pienso que nosotras tenemos que luchar porque todos los deseos de todas las mujeres puedan cumplirse. El problema no es que las niñas quieran ser una princesa de Disney, sino que ser una princesa de Disney sea un mandato y que ese sea el único destino posible para las mujeres.


¿Cuál es el papel de los hombres en el feminismo?

Es súper importante. El papel de los hombres es hablarles a los otros hombres, lo cual no es algo menor. Creo que el lugar en el que más necesarios son es rompiendo esas hermandades de hombres que sirven para violentar y pisotear otras identidades.

A mí me parece súper interesante dialogar y debatir con hombres, pero necesitamos que esos hombres que van y hablan con nosotras estén dispuestos a decirles a los otros hombres del chat de amigos del colegio que está mal compartir fotos de chicas que no dieron su consentimiento para ese fin. Necesitamos que digan que esto no está bien. Necesitamos que se empiecen a poner estas sanciones sociales.

Yo entiendo que la presión entre hombres es muy pesada, pero necesitamos que esto se rompa, que se empiece a construir por fuera de esas alianzas que han crecido aplastando las identidades de los demás.

Cinco libros que recomiendes para acercarnos al feminismo.

1. Teoría King Kong – Virginie Despentes.
2. Un apartamento en Urano – Paul B. Preciado.
3. Calibán y la bruja – Silvia Federici.
4. Placer y peligro, explorando la sexualidad femenina – Carol S. Vance.
5. Cualquier libro de Monique Wittig.


Vives en Argentina desde el 2012. ¿Cómo ves a Colombia ahora que regresas a promocionar Tirar y vivir sin culpa, tu primer libro?

Creo que en Colombia el feminismo está empezando a organizarse, a convocar a más personas y a tener una voz en la esfera pública muy interesante y necesaria. El hecho de que se empiecen a pensar las cosas con perspectiva de género y que los debates políticos se den desde el feminismo es algo imprescindible.

Creo también que la situación colombiana es muy preocupante. Estamos en un retroceso en materia de derechos humanos que es grave y tenemos que estar ahí como sociedad para ejercer una veeduría sobre procesos como el de paz y reconciliación para que se puedan cumplir. 

Nuestra labor de resistencia tiene que ser muy fuerte y tenemos que buscar maneras creativas de poder llevarla adelante y también tratar de garantizar que las labores de resistencia que otros adelantan en territorios alejados de las ciudades principales puedan llevarse a cabo, como lo que hacen los líderes sociales y los defensores regionales, que son personas muy amenazadas en este contexto.

¿La literatura entra a jugar algún papel en todo esto?

Sí, un papel imprescindible. La literatura tiene que poder narrar la realidad. Es muy importante que las voces que escriban en el país lo hagan desde el país. Yo creo que ponerle palabras a nuestra historia es fundamental porque nosotros no tenemos ni siquiera un recorrido histórico sobre el cual hacer memoria. Nosotras y nosotros no sabemos qué pasó, no podemos narrar ni siquiera los hechos de los últimos 40 años y narrar esos hechos es el primer paso hacia poder hacer ejercicios de memoria, y hacer ejercicios de memoria es el primer paso hacia no repetir la historia. 

Yo creo que nosotras y nosotros estamos en una perpetua repetición de nuestra historia, quizás porque no la conocemos ni la podemos contar. Ahí la literatura juega un rol súper importante, incluso en lo que nos avergüenza. Yo soy una defensora muy férrea de que escribamos todos los libros que haya que escribir sobre el narcotráfico si eso es lo que se necesita para que contemos la historia y para que no la repitamos.



Hace poco escribí un artículo sobre los hechos ocurridos en el último tiempo en el país, contando que esta es la segunda vez que Iván Márquez renuncia a un puesto como personaje de la esfera pública política y se va a la selva. La primera fue en 1987 cuando él era concejal. Esto no tiene que parecerte ni bueno ni malo. Por supuesto, estamos en desacuerdo con la decisión que tomó, pero no fijarnos en que esta es la segunda vez que pasa y en que estamos repitiendo nuevamente nuestra historia resulta muy grave. Esto es algo en lo que quienes usamos las palabras para describir los hechos, aún desde la ficción, estamos fallando.

Quienes escribimos no imaginamos la importancia de lo que hacemos para la construcción de un país distinto. La literatura puede llegar a darnos pistas de lo que es vivir en paz en un país en el que no conocemos lo que es vivir de esa manera.

¿Cómo imaginas tu vida dentro de 25 años?

(Risas) Yo no pienso en esas cosas. Yo soy muy hipocondríaca.

Pues me imagino escribiendo. También me imagino trabajando en colectivo y en comunidad. Espero que dentro 25 años la realidad me encuentre en Colombia. En una Colombia distinta. Y espero que dentro de 25 años estemos construyendo el país que soñamos y que contamos alguna vez a través de nuestras ficciones.

¿Por qué deberíamos tirar y vivir sin culpa?

Deberíamos hacer cualquier cosa que nos cause placer sin sentir culpa alguna. Deberíamos priorizar el placer y el deseo en lugar del deber, y en esa medida deberíamos tirar de manera placentera, consentida y sin culpa.

Nada que nos traiga placer debe traer una sanción moral sobre nosotras y nosotros.

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