Reseña: La mujer en la ventana - A.J. Finn

Históricamente, hablar de salud, cuidado personal o visitas al médico infiere, de manera directa, los aspectos físicos de nuestro ser. Esto ha ido cambiando poco a poco gracias a la generación de conciencia al respecto y a las evidencias que el día a día nos revela.

Hace algún tiempo (e incluso hoy en día) era normal escuchar a muchos decir que la depresión era solo ganas de llamar la atención, pero no es así. La salud mental no es un mito. Los trastornos emocionales y psicológicos son una realidad que altera las percepciones, emociones y relaciones con los demás, entre otros síntomas, en quienes los padecen. La OMS habla de más de 300 millones de afectados por la depresión, 60 millones por el trastorno afectivo bipolar y 21 millones por la esquizofrenia alrededor del mundo.

La ansiedad es una respuesta automática ante las amenazas que se nos presentan, la cual puede pasar de ser una simple emoción a un trastorno psicológico de gran impacto en nuestro desarrollo emocional y cognitivo. Uno de los tipos de ansiedad que podemos encontrar es la agorafobia, definida como un miedo intenso a estar en lugares de donde es difícil escapar o en los que no se podría disponer de ayuda.

Amy Adams en la adaptación cinematográfica de La mujer en la ventana.

La psiquiatra Anna Fox, doctora en enfermedades mentales, sufre de agorafobia. A causa de ello, vive en una especie de cautiverio en su casa, situación que requirió que su esposo y su hija dejaran de convivir con ella. Sus únicos compañeros permanentes son su computador, su amado vino, un gato perezoso llama Punch y la cámara fotográfica que casi siempre está puesta en alguna de sus ventanas, apuntando hacia el exterior, en donde todo parece seguir como si nada hubiera pasado. Bueno, no podemos dejar de hablar de David, el guapísimo inquilino que vive en su sótano; ni de Bina, su fisioterapeuta.

Las jornadas de Anna transcurren entre sus clases de francés, sus tiempos de ayuda en línea a otros pacientes con trastornos psicológicos, los infaltables sorbos de vino, las esporádicas llamadas con su esposo e hija, y el monitoreo habitual a su vecindario. Un día nota que nuevos habitantes han llegado al barrio. Todo parece normal con ellos y con el resto de sus vecinos, hasta que una noche Anna ve algo desde su ventana. Una mujer ha sido asesinada… ¿O quizá no? ¿Realmente vio lo que dice ver? ¿Qué es lo que en verdad sucedió?


Este es el planteamiento de La mujer de la ventana, el debut literario del siempre sensual A.J. Finn, y seguramente una de las novelas más sonadas y vendidas del año 2018.

Desde que La chica del tren llegó al mercado y se convirtió en uno de los fenómenos editoriales más grandes de los últimos años, el domestic noir encontró un lugar más claro entre los lectores, e historias de este tipo empezaron a abarrotar las librerías del mundo. Esta tendencia sigue más vigente que nunca, y la novela de A.J. Finn es una clara confirmación de ello, y de la necesidad que tienen millones de lectores por historias que los emocionen, logren conectarlos y con las que no tengan nada completamente claro.

Cuando empecé a leer esta obra y a conocer a su protagonista, me quedó claro que algo había hecho clic en mí de manera prematura, lo cual significó un increíble y muy acertado indicio. Anna Fox es un personaje como pocos, construido con delicadeza, de manera respetuosa, empática a pesar de su enfermedad, insufrible y encantadora al mismo tiempo. Fue imposible no encariñarme con ella, no pensar en cómo debía sentirse mientras yo estaba en el trabajo sin poder leerla, no querer estar a su lado para ayudarla a entender y esclarecer todo lo que estaba viviendo. El autor consiguió algo que no es tan sencillo como parece, y fue crear un personaje perdurable, uno de esos que recordaré siempre con cariño, y que me ayudo a comprender una realidad hasta ese momento desconocida para mí.

No podía dejar de mencionar que es posible que encuentren algunas similitudes entre Anna y Rachel (protagonista de La chica del tren), pero el trabajo de A.J. Finn es de mayor calidad.


Uno de los recursos más utilizados por los autores de thriller, novelas de suspenso o policiacas es el juego de los capítulos cortos con cierres en punta, y eso lo hace Finn de muy buena manera. En primera persona, Anna nos comparte su día a día, visos de su pasado, detalles importantes para ayudarnos a aclarar el problema en el que está metida. Por medio de fechas, estos pormenores van a ir cobrando más y más relevancia, pues nos servirán para hacernos un mapa que nos ayude a encontrar el lugar que buscamos. Detalles vienen y van en todo momento; unos más fuertes que otros, pero siempre habrá alguno del cual sujetarnos para seguir resolviendo todo.

Con respecto al ritmo de la novela, debo confesar que me pasó algo muy curioso. Avanzaba y sentía que no pasaba nada. Seguía avanzando y la situación no cambiaba, pero simplemente no podía parar de leer. El autor logra crear un texto adictivo, en el que prima lo que vive su protagonista por sobre la resolución de lo que no sabemos si en verdad pasó. Aquí no se encontrarán con el trillado ritmo trepidante, pero sí con un texto del que difícilmente podrán desprenderse.



Uno de los elementos más importantes en el thriller es la capacidad que tiene para sorprenderte, lo cual se evalúa con los giros que se vayan presentando en la trama. Y nuevamente aquí me ocurrió algo muy curioso. Si bien la historia ofrece giros de manera constante, unos jodidamente impredecibles y apabullantes, muchos de ellos los vi venir o no me asombraron demasiado, pero eso poco importó, pues la conexión que logré crear con Anna y su historia estaba por encima de todo. 


Además de todo, hace pucheros.

Pero ¿qué sería de una obra de este tipo sin la sospecha? Todo lo que se narra, las pistas que vas encontrando, los elefantes blancos que hay en el camino, todo, absolutamente todo me llevó a dudar y poner entre mi lista de posibles culpables a varios de los personajes que se pasearon por la novela, incluida la propia Anna Fox. ¿En verdad alguien murió? ¿Fue Anna la asesina? ¿Quién está detrás de todo? Ahí les dejo la tarea.

Del desenlace mejor no les digo nada, pues espero a que lo lean, lo disfruten, lo vivan con todo y su vertiginosidad, y me cuenten qué tal les parece.

La mujer en la ventana es uno de los libros más entretenidos y adictivos que he leído en mucho rato. Una historia llena de tensión y puntos ciegos, con un trasfondo más grande de lo que podríamos imaginarnos. Una puerta que se abre para entender un trastorno poco comprendido, y para darnos pequeñas herramientas que nos confirmen lo vital que es entender la realidad del otro para poder vivir en sociedad.

Anna Fox, qué gran gusto fue conocerte.




Pdta. Señores de Penguin Random House, ¿me pueden explicar por qué no está la foto del señor A.J. Finn en las solapas del libro? Es algo inaceptable.


(12/07/18)

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