"La ficción es una gran herramienta para educar". Una entrevista con María Martínez

Estábamos en una librería de Bogotá, resguardados de la lluvia. Una escritora y sus lectoras conversaban como si fueran amigas de toda la vida. Aunque era la primera vez que se veían, ya se conocían desde hace tiempo a través de novelas como Cruzando los límites, Tú, yo y un tal vez o La fragilidad de un corazón bajo la lluvia, entre muchas otras.

María Martínez, amante de los k-dramas y de todo lo que tiene que ver con la cultura coreana, respondió a sus preguntas con atención, las escuchó y se rio junto a ellas por horas. Esa es una razón clara para entender el fenómeno que esta autora representa entre las jóvenes lectoras, quienes se han encargado de convertirla en una de las más leídas en español de los últimos años.

Su carisma hace imposible no querer conversar con ella, no querer saber más de lo que hay detrás de su trabajo, de aquello que la inspira a seguir escribiendo.

Foto tomada del Instagram de la autora

Me llaman mucho la atención los títulos de tus libros porque hay una serie de singularidades muy notorias en ellos, en las preguntas implícitas en cada uno. Los piensas antes de la historia, van fluyendo mientras la escribes…

Hay un poco de todo. Por ejemplo, con Cuando no queden más estrellas que contar tenía claro que quería que ese fuera el título, entonces busqué el momento perfecto para hacerlo encajar con la historia. Esa novela parte de una tradición familiar que tenemos en los veranos en España de ir a ver las Perseidas cada agosto. Esa imagen de nosotros viendo las estrellas quise llevarla a la novela de alguna manera, ese instante de infinidad.

En otros casos aparecen de la nada. Yo utilizo una narración un poco poética, un poco metafórica, entonces nacen escenas que me dan títulos como ocurrió con Tú y otros desastres naturales. Una de las escenas muestra una lluvia dramática y un corazón roto y quería que esa ruptura, ese sentimiento de fragilidad que el personaje sentía en ese instante, se reflejara en el nombre del libro.

Si bien es verdad que la gente se traba un poquito al pronunciarlos, mis títulos se han convertido en un elemento distintivo.

Correcto, son parte de tu marca.

Así es. Y me gusta que menciones esa palabra porque, aunque a muchos pueda sonarles fea o frívola, es realmente importante. En mi caso, hay ciertos detalles como los títulos, las portadas y el estilo narrativo que ya son distintivos. Las lectoras llegan a la librería y saben que en lo que hago encontrarán un lugar al que quieren entrar, un lugar del que muchas veces no conocen ni la sinopsis, pero que ya saben que es para ellas. Me alegra haber conseguido una comunidad preciosa e incondicional que siga mi trabajo.

¿Cómo llegaste a ese estilo, a esa voz como escritora?

Encontrando aquello que no quería escribir.

Al inicio hice las historias que me gustaban, pero siempre desde una premisa ya impuesta, desde una moda. Cuando llegué al mercado literario, estaba en auge el new adult tóxico, libros como Maravilloso desastre y demás que eran muy populares. Recibías un consejo de la editorial que te decía que eso funcionaba. Escribí esas novelas, pero siempre dejando un mensajito de que hay cosas que no están bien y que no se deberían aceptar. Quería serme fiel de algún modo.

Es normal dejarte llevar por lo que dice tu editor, por lo que dice la industria. Y si estás cómodo con ello, con la tendencia del momento, pues no hay nada de malo. Sin embargo, eso no me llenó porque no me aportaba nada, al final se convertía en una fórmula y empecé a replantearme mi propia carrera. Ese fue un momento definitivo pues me pregunté constantemente qué quería escribir y llegué a la respuesta que me tiene aquí hoy: historias que me salgan del corazón.

Aquí, con María Martínez

Tus libros están llenos de viajes, no solo de un lugar a otro, sino de los que son personales. ¿Cuál es el que más ha marcado tu vida?

El de ser madre, sin duda alguna. Es un viaje que no termina. Estoy aprendiendo a ser yo misma a través de la maternidad. Sé que muchas personas dicen que se deja de ser mujer cuando te conviertes en madre, pero en mi caso ha sido todo lo contrario. Me he conocido como nunca, he entendido que necesito amarme más para poder amar a mis hijas.

Y el viaje físico, por todo lo que implica, tiene que ser el de visitar Latinoamérica. Auditorios repletos en los diferentes países es algo tremendo. Conocí personas muy cariñosas y con ganas de verme. Eso es algo impresionante y a la vez se convierte en una responsabilidad porque hay que ser cuidadosos con los mensajes que transmitimos con lo que escribimos.

En mis libros trato todo tipo de temas y me gusta hacerlo de la mejor manera. Hay que cuidar a esas personas que están ahí para ti y más cuando son jóvenes. Con cada novela nueva que publico son más las relecturas que hago antes de enviarla a la editorial. Siento una responsabilidad muy grande porque en esa edad las series, películas o libros que se consumen se convierten en algo determinante a la hora de interactuar con el mundo, con lo que está alrededor. Definen muchas cosas.

Yo no soy partidaria de esconder lo feo porque no se debe esconder lo feo. Existe la corrupción, existe la violencia, existe la miseria. Hay que hablar de esos temas y, a mi modo de ver las cosas, no hacerlo solo para ganar lectores a través de la polémica, sino para mostrar la realidad y dejar un mensaje con ello.

Creo que es vital que mostremos la vida como es, con sus luces y sus sombras, sin romantizar lo que no tiene que ser romantizado. La ficción es una gran herramienta para educar.


A propósito de eso, en Yo, tú y un quizás se habla de salud mental gracias a Ren, el protagonista. Hay días en que no nos sentimos capaces de manejarlo todo, en que no estamos bien, en que necesitamos ayuda. Me encanta que pongas sobre la mesa lo vital que resulta la asistencia profesional cuando se tratan estos temas.

Bueno, no puedes imaginarte cuantos mensajes me han llegado de lectores al respecto y que me hacen dar cuenta de que esta es una problemática amplia entre la gente joven.

Hay mensajes en los que me agradecen por darle voz a las cosas que están viviendo o por darles las palabras necesarias para expresar cómo se sienten. Encontrarse un personaje que sufre de depresión o que habla abiertamente de sus ataques de pánico, de esa presión en el pecho que llega a provocar la ansiedad y que te hace caer de rodillas y sentir que estás a punto de morir. Hablar de esto es importante para mí porque lo he vivido en primera persona: sé lo que es estar mal, lo que es sufrir de ansiedad, lo que es no saber qué tienes. Y cuando alguien le da nombre a lo que te pasa, cuando te sientes escuchado y acompañado, es un gran alivio.

También recibo mensajes de personas que recurren a mí porque creen que yo tengo la solución a lo que les ocurre. Entonces me cuentan sus cosas y me confían su vida, experiencias que no han compartido ni con sus padres, parejas o amigos; pero yo no tengo las herramientas ni las capacidades para poder ayudarles como lo necesitan.

Pero tus historias se convierten en compañía para quienes no tienen con quien hablar o, muchas veces, les dan esa fuerza para exteriorizar con otros lo que están viviendo.

Hay muchos adolescentes solitarios. Yo misma fui una y mi refugio también fueron los libros.

Tu trabajo habla sobre las emociones, lo que sentimos y experimentamos. Dentro de ello está el amor romántico, algo menospreciado en ciertos círculos de la crítica literaria a pesar de que todos somos cercanos o hemos vivido (o quisiéramos vivir) este tipo de historias.

Yo entiendo que las etiquetas son necesarias y que hay que catalogar los libros, pero yo no podría definir mis novelas como puramente románticas. Yo escribo sobre la vida, sobre lo cotidiano, sobre las relaciones. Sí, hay un eje central, pero son muchos ingredientes los que incluyo en cada libro. Si hubiera una etiqueta llamada Historias de vida, ahí encajaría lo que escribo.


Ahora bien, hablando de lo segundo que dices, hay algo que me fastidia mucho. He cogido libros de señores muy importantes y que hablan de sexo, romances y la vida. Son historias parecidas a las que escribimos muchas mujeres, pero como las escriben ellos se convierten en historias sublimes, mientras que las nuestras son ‘novelitas’. Eso duele bastante.

Al principio sentía la necesidad de librar esa batalla y demostrarles lo contrario, pero creo que las cosas van dándose solas cuando haces tu trabajo: lo demostramos con el público que nos sigue y nos lee, lo demostramos con las ventas. Todo se va acomodando y eso es emocionante.

A propósito de lo que mencionas, vivimos una época increíble para la literatura escrita por mujeres. Hablando específicamente de la etiqueta de novela romántica, pocas veces habíamos visto algo como lo que pasa en la actualidad con las historias en español. ¿Cómo te tomas el ser una de las principales referentes de este movimiento?

¿Estoy contenta con lo que estoy viviendo? Por supuesto. ¿Cómo no voy a estarlo si consigo llenar un auditorio de 700 personas que aman lo que escribo y logro conectar con ellas? Ver que se emocionan al conocerme y que hablar conmigo unos segundos hace feliz su día es algo que me reconforta muchísimo, pero también me da miedo porque no quiero llegar a representar un papel en redes sociales y dejar de ser yo por lo que otros puedan decir. Hay una responsabilidad enorme en la palabra referente. Ahora se fijan en mí como persona y no solo en mis historias. Ahora la gente mira lo que haces, lo que dices, cómo te comportas, y eso se convierte en una lupa sobre ti. A mí eso me asusta porque soy humana y, como cualquier ser humano, puedo equivocarme.

“Nacemos y morimos, y entre un extremo y otro tiene lugar eso que llamamos vida. A simple vista puede parecer una línea recta, sin embargo, no lo es. La vida está llena de puntos y aparte que cambian su curso”. Esta cita de Yo, tú y un quizás me da pie para hablar de esas cosas que nos marcan.

Nunca pensé que llegaría a escribir como forma de vida, así que la primera vez que alguien me dijo que quería publicarme se convirtió en un antes y un después a nivel literario.

A nivel personal hay una muy fuerte. Cuando crees que todo va bien, que no pasa nada malo y que la vida es perfecta, pueden ocurrir cosas. En la última navidad, alguien a quien quiero mucho sufrió un infarto. Ese se convirtió en un duro punto de inflexión.

Algo que te emocione y algo a lo que le temas.

Vivo con la sensación de que me voy haciendo mayor y el tiempo se escapa, así que ahora tengo la necesidad de poder atesorar el mayor número de experiencias posible, experimentar cosas y perder el montón de miedos que tengo (sonríe). Volviendo a lo que te dije antes, diría que mi mayor temor es al abandono, a perder a las personas que quiero. Para mí es importante ir superando miedos y lograrlo me hace sentir más fuerte como persona.

Como puedes ver, todo en mí y en mis historias va ligado a las emociones y los sentimientos (sonríe).

Tres libros que podamos leer y que nos den indicios de quién es María Martínez.

Mira, de pequeña me marcó muchísimo la saga de Ana la de las tejas verdes porque yo me reflejaba mucho en ella; era una niña imaginativa, la niña rara y que buscaba afecto.

Luego llegó una época en que me encantaba leer literatura fantástica y llegué a Tolkien en aquel momento. Me sentía mayor leyendo todo lo que encontré de él y aprender sobre la creación de mundos a los 14 años me marcó y despertó muchísimo mi imaginación.

Hoy en día, hay una autora que me encanta por como escribe y es Lucinda Riley. Destaco su saga de Las siete hermanas en la que explora la complejidad de las relaciones familiares de un modo maravilloso.

Comentarios

  1. Qué manera más especial de comenzar esta entrevista. Tal cual eso sentí cuando pude hablar con ella: ya la conocía aunque era la primera vez que la veía en persona.

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