Reseña: Museo de nostalgias - Camila Esguerra

Cuando la vida se convierte en un lugar que asfixia y todo alrededor se erige como espacio enemigo, el papel aparece para dar tregua a las angustias que nos atraviesan. No sé si esta sea una verdad universal o un hecho que aplique para todos los casos, pero la escritura representa un escape, un rincón de desahogo y libertad, de confesión.

El papel y la tinta, o también un documento de Word, pueden ser el cajón indicado para guardar eso que no nos atrevemos a decir, aquella herida que se niega a cicatrizar o simplemente los pensamientos que una taza de café comparte con nosotros mientras los aburridos domingos se terminan.

Así nació Museo de nostalgias, el tercer libro de la cantante, compositora y poeta bogotana Camila Esguerra, una suma de textos y fotografías, más de setenta cartas listas para arrancar, dedicar y entregar a quien elijamos destinatario. En las páginas no encontraremos un número porque la intensión es que su contenido viaje con los recuerdos que reviva, que transite con quienes deba ir cada mensaje.

Esta idea nació en el confinamiento causado por la pandemia. La autora comenzó a dejar su intimidad en una libreta y a soltar distintas cargas que la acompañaban. Poco a poco fue construyendo una colección de momentos de soledad, de encuentros efímeros y retazos de su alma en los que los adioses y las ausencias son recurrentes.

También hay instantes de confrontación y reconocimiento, de conversaciones que Esguerra tuvo con sus inseguridades y sus miedos y con las que muchas personas que lean estas cartas podrán sentirse identificadas. Y aquí el uso de la imagen cobra un rol importantísimo porque la figura que solemos ver en los escenarios y en las redes sociales se libera de las ataduras de la apariencia y se revela tal y como es. Un especial reconocimiento al trabajo de la artista y fotógrafa cucuteña Cristina Salgar, quien con una cámara análoga logró capturar la esencia del sentir de la autora, de los pedazos de sí que dejó entre letras.

Gran parte de estas misivas están dirigidas a quienes la acompañaron en algún momento y se quedaron en la mente como un casi, como un ojalá, como una incómoda pregunta que tuvo una respuesta inesperada. Este tránsito por esas relaciones inconclusas, por esas promesas rotas, es en donde es más notoria la diferencia de esta con sus dos publicaciones anteriores, porque aquí la autora decide narrar sus segundos y minutos con un estilo y una rítmica distintos.

La nostalgia que se pasea por estas cartas no va solo hacia la tristeza, sino que también rinde homenaje a esos amores que lo cambiaron todo, a esas personas que nos hicieron grandes y a los días en los que fuimos felices. No es fortuito que este libro esté dedicado a su mamá, sobreviviente del cáncer, y a la valentía de todas las mujeres que se han atrevido a volver a empezar.

El libro más personal de Camila Esguerra es una reunión de sentimientos que se comparten a través de epístolas, experiencias que se expresan de la manera más sencilla y honesta posible y que no buscan más que andar de la mano de quien las lea, conectar a través de lo vivido y servir de canal para que otros puedan decir lo que no han sabido como.

La siguiente es una de las cartas contenidas en la obra:

Escribo para hablar contigo. Para pretender que lo hago. En el papel invento monólogos eternos que convierto en conversaciones. En listas de lo que no te he contado, de chistes que solo te harían reír a ti. Te lo escribo y te imagino sonreír, me imagino tu voz, tu letra, tu mirada respondiendo a la mía, brillando en la mía. Otra vez, por fin.

Te pregunto por el tiempo perdido con la ilusión de recuperarlo. Te pregunto qué has hecho en estos años, cómo está tu mamá, dónde vives ahora. Me tienta hablar en plural, y áun más hablar en presente. Me pregunto si los años que nos separan también son un abismo entre quien eras y quien soy. Si el de hoy me quiere como ayer me quiso. Si me piensa como lo pienso. Si me escribe, en secreto, cartas de amor. Ojalá algún día me leas y te reconozcas en mis letras, ojalá la nostalgia te convenza de responder.

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