Escribir y ser mujer es un acto revolucionario
“Si en mi tarjeta hubiera escrito Emilio en lugar de
Emilia, qué distinta habría sido mi vida”. Estas palabras de la
novelista, periodista, traductora, crítica literaria, poeta, ensayista,
dramaturga y catedrática española Emilia Pardo Bazán, son muestra de la ridícula
realidad que las mujeres tuvieron que vivir y que llevó a algunas a usar
pseudónimos masculinos para que su trabajo fuera reconocido, aunque su identidad
permaneciera en las sombras.
Muchas otras, como la cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda, decidieron
firmar con su nombre las novelas que escribieron y sufrieron por ello las
consecuencias de un sistema hecho por y para los hombres, que limitó su alcance
y les cerró puertas constantemente.
Cuando se habla de literatura colombiana, hasta hace poco, novelistas como Marvel Moreno, Albalucía Ángel, Fanny Buitrago o la gran Soledad Acosta Kemble, una de las mejores escritoras de nuestro país, permanecían ocultas. Pero gracias al trabajo comprometido de historiadoras, historiadores, editoras y editores, las obras de estas y otras autoras ha empezado a ser visibilizada, aunque aún hay un cambio más grande que debe seguir construyéndose para que lo macro de la sociedad las lea y reconozca como merecen. Mientras tanto, hay nombres como María Helena Uribe de Estrada, Isabel Bunch de Cortés o Agripina Samper de Ancízar, entre muchísimos otros, que parecieran ni siquiera existir.
Y hay letras como las de Virginia Woolf, Louisa May Alcott,
Agatha Christie o Jane Austen, solo por mencionar algunas, que han logrado abrir
caminos y representar las vivencias de sus congéneres, para convertirse en
referentes transgresores y llegar a millones de lectores y lectoras de todo el
mundo.
Todo esto me lleva a hablar de una iniciativa maravillosa que reúne obras de grandes pioneras de la literatura universal como Constance Fenimore Woolson, Kate Chopin, Sarah Orne Jewett, Charlotte Perkins Gilman, Mary Wollstonecraft, o las ya mencionadas Emilia Pardo Bazán, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Soledad Acosta Kemble, Virginia Woolf y Louisa May Alcott. «El grito de las flores», de la editorial colombiana Calixta Editores, es una colección que rinde homenaje y abre un espacio a lectoras y lectores para conocer la narrativa de escritoras que se atrevieron a analizar la realidad en que vivían y no temieron mostrar con su trabajo la discriminación y limitaciones de las que fueron víctimas por el hecho de ser mujeres. Estas pioneras sentaron en gran medida las bases del feminismo y de la lucha por la equidad de género que gratamente crece como una marea que no debería detenerse nunca.
Así como las flores, las historias que cuentan estas autoras
son únicas, bellas y rebeldes. Cada una tiene un tono y un lenguaje propio, que
exponen y expresan un lugar en la historia y el recorrido de una vida que es el
reflejo de millones más; y las huellas de lo que vivieron han quedado impresas
para siempre en la historia, esperando no ser nunca olvidadas.
Cuando ellos quisieron decirles que no podían hablar o ser lo que quisieran, ellas levantaron su voz y sus letras por la igualdad, por el derecho a la libertad, por el deseo de soltar su arte y dejar una huella que marcara la ruta para las que vinieron después y para las que hoy en día son protagonistas de un fenómeno admirable y necesario como el que vive actualmente la literatura escrita por mujeres, con exponentes como Mariana Enríquez, Camila Sosa Villada, Pilar Quintana, Mónica Ojeda, Fernanda Trías, Samantha Schweblin, Fernanda Melchor o María Fernanda Ampuero.
Durante siglos ellos las narraron, pero hubo algunas que
escribieron sus historias bajo sus reglas. Por eso es grato encontrarse con una
colección que exalte sus voces, que fue pensada y trabajada por mujeres, a la
espera de que ustedes y yo inmortalicemos a las valientes que con sus letras lo
cambiaron todo para siempre.
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