Reseña: Los abismos - Pilar Quintana
Mi tía Raquel vivía en una finca en pleno casco urbano. Era un espacio verde que discordaba con el gris y el concreto pintado que lo rodeaba, en el que la familia se reunía alrededor de un asado. Un columpio gigantesco que colgaba de un par de cerezos, un pino marchito al que llamamos el árbol del terror y un cultivo de feijoa hacían parte del escenario ideal para tardes que ojalá no hubieran terminado nunca. Vacas, ovejas, gallinas, perros y gatos vivían en el lugar del que hicimos con mis primos un campo de juegos, el destino de nuestras aventuras y un rincón para escapar a las tareas, las discusiones de los papás y las preocupaciones propias de la infancia.
Esa era mi selva. Allí podía huir de todo, gritar, correr,
reír, sentir. Ser libre. Y leer Los abismos de la escritora
colombiana Pilar Quintana, novela ganadora del Premio Alfaguara 2021 entre más
de 2.400 participantes, me hizo pisar ese espacio nuevamente.
¿Por qué hablo de la selva? Porque así le llama la pequeña Claudia, protagonista de este libro, a la sala de su casa que siempre estaba llena de plantas, de verde, de vida. Así le llama a esos metros en los que la calma se sienta junto a ella día a día.
La niña vive con Claudia y Jorge, sus padres, y con la
presencia intermitente de la mujer de turno que ande por ahí haciendo la limpieza
o acompañándola al colegio. Pero como ocurre en toda familia, hay puntos de
inflexión y crisis, por pequeños que parezcan, que llegan para alterar las
cosas, para cambiarlo todo. Esos abismos que nos tragan sin que nos demos cuenta
y que muchas veces se llevan a otros consigo.
Patricia Martínez Linares nos acerca a lo que vamos a vivir
con esta historia gracias a la bella y significativa ilustración que sirve como
cubierta a este libro. Una imagen invadida de colores y detalles que condensa
el alma del relato. Hay que prestarle mucha atención.
Seguir la narración de la pequeña Claudia es encontrarse con el punto en el que la infancia se ve interrumpida por un suceso que la quiebra. La ingenuidad propia de una niña que se ve rota ante los problemas que deben enfrentar sus padres, ante crisis que lo oscurecen todo y se convierten en abismos que la obligan a olvidar los juegos, su muñeca favorita, la tranquilidad y la diversión. Con ella vemos lo absurdos que somos los adultos al querer ocultarle las cosas a los niños, al disfrazar los hechos y pensar que ellos no entienden nada, que lo que hacemos y decimos no los afecta.
En la Cali de los 80, la autora nos muestra el reflejo de
una sociedad machista que empujaba a las mujeres a tomar una única vía como
posible para escribir su futuro: ser madres devotas, esposas amorosas y dedicarse
exclusivamente al hogar, pues era mejor buscar un hombre bueno que ir a la
universidad. Desafortunadamente, y a pesar de lo que se ha avanzado en materia
de libertades y derechos, esta sigue siendo una realidad presente, que afecta
y castra a millones de mujeres en el mundo entero. Y por eso es que textos como este son tan valiosos.
Los temores, las frustraciones y las derrotas también ocupan un papel central en este libro. Los que siente una hija al no entender qué está pasando con su familia, los que siente una madre al perder el control (o quizás nunca haberlo tenido) o los de un padre que no encuentra respuestas. La autora crea una conexión increíble entre estos y la naturaleza y sus desastres para regalarnos descripciones tan bellas y desgarradoras como la que me permito citar:
“Mi cuarto estaba en calma y afuera ni siquiera lloviznaba.
La tempestad era en el cuarto de mis papás. Era la voz de
mi papá. Una voz que le salía de adentro, no de su garganta sino de su barriga,
como cuando antes de temblar la tierra ruge. La voz de mi mamá, una hebra
delgadita, se percibía en los espacios que él dejaba. No se entendía lo que
decían. Únicamente los gritos y la vibración. Únicamente la furia”.
Además de lo anterior, Quintana aprovecha las más de 200
páginas de su novela para hablar de temas que, afortunadamente, cada vez ocupan
mayor espacio en la conversación como lo son la muerte, las ausencias, la
soledad, la depresión y la salud mental (y todo desde los ojos de una niña). Específicamente
en esto último, Los abismos me recordó a la lectura que hice de Las
muertes chiquitas de Margarita Posada y la necesaria invitación que
hace esta escritora a informarnos y tratar de entender. Nadie sabe los vacíos,
dolencias o cargas que llevan otros a cuestas.
Este libro también transcurre en el amor, en el salvavidas que representan los seres que amamos, nuestras relaciones con ellos y en los sacrificios que estamos dispuestos a asumir por protegerlos. La narrativa cotidiana y característica en la obra de esta autora permite que conectemos fácilmente con ello y con todo lo que se narra, que sintamos ese amor incondicional y muchas veces irracional; ese sentimiento que sana y mata de a poquitos sin explicaciones claras.
Y quizá lo mejor de esta obra, a pesar de lo maravillosa que
es en su totalidad, es la sensibilidad con la que Pilar Quintana suma su voz
pasada y presente, la de las niñas que ha conocido, la de las que ha sentido
cerca gracias a relatos de otros y la de aquellas que vendrán, para construir
una coral hermosa, dolorosa y real sobre la vida, sus momentos de lucidez y sus
días más angustiantes.
Los abismos es una lectura que lastima, confronta
y abre cicatrices, pero también una experiencia excepcional y poderosa que
consigue transmitir de una manera tan bonita y clara como es propio de las
grandes narradoras. La autora logra estremecernos con una historia en donde un
espacio, una palabra, un silencio o una persona pueden llevar consigo el abismo
que se trague la selva en la que nos sentimos a salvo, así como el desarrollo se
tragó la finca que una vez fue mi selva.
No olviden que sus tristezas importan, que sus temores importan y que no esta mal buscar ayuda, ni tampoco darle una mano a quien la necesite.
¡Hooooola!
ResponderBorrarTENGO QUE LEER ESTE LIBRO SI O SI.
Me llama muchísimo la atención, además me ha gustado mucho esa descripción inicial que has hecho a la que te ha recordado el libro, esa casa que parece una selva :D
El tema de la pérdida de la infancia, de los dramas de una familia, del papel de la mujer en la época... en fin, todo me llama mucho y creo que lo voy a disfrutar enormemente. Espero poder leerlo pronto ^^
¡besos!
Irene :)
BorrarEs tan sencillo, cotidiano, bello y doloroso. Pilar Quintana es una narradora soberbia y espero puedas leerlo muy pronto.
Un abrazo y gracias por pasarte por aquí.
Me da cierta inquietud que menciones el libro de Margarita Posada "Las muertes chiquitas" en relación con este de Quintana. Si están al mismo nivel va a ser un rotundo NO para mí. Hace tiempo no leía un libro tan malo como ese y ya marcó un punto de comparación negativísimo.
ResponderBorrar¿Por qué? Porque toca la depresión desde la vida de una mujer rica, extravagante, con un ego inmenso que a veces se siente triste y se dedica al descontrol para llenar esos vacíos. Es gordofóbica, clasista y despectiva en muchos capítulos. Es tremendamente soberbia y superficial.
Tengo miedo de leer "Los abismos" y encontrarme con algo así.
Hola. Son dos libros completamente distintos, partiendo nada más de que este es una novela y el otro una especie de testimonio. El punto de encuentro es el que menciono en la reseña: visibilizar el tema que abordan y tratar de que mucha gente más empiece a entenderlo.
BorrarLa depresión, así como cualquier enfermedad mental, no distingue nada. Margarita cuenta su caso, cómo le ha tocado a ella, cómo lo ha vivido y por lo que ha pasado. Simplemente eso.
Mucha empatía.
Espero leerlo pronto.
ResponderBorrarMe ha intrigado