Reseña: Nuestro Pacto - Ryan Andrews

Ir a la finca de mis tíos era de mis planes favoritos en la niñez. Una o dos veces a la semana mi mamá me llevaba allí para que jugara con mis primos. Esperábamos hasta que mi tío se durmiera para salir corriendo a la parte más alejada del lugar, en donde los árboles y la distancia con lo cotidiano nos permitían perdernos en otros mundos y vivir aventuras insospechadas y que íbamos construyendo a cada minuto. Le teníamos miedo a ese hombre barrigón y de barba blanca que nos gritaba cuando se daba cuenta que habíamos ido allí sin su permiso (que igual nunca nos daba). Él era el villano de nuestras búsquedas del tesoro, batallas intergalácticas e intentos por emular a Gokú tratando de reunir las esferas del dragón. Aún hoy, muchos años después, me hace feliz recordar esa increíble época de mi vida.

En la noche del Festival de Otoño, todos los habitantes del pueblo arrojan al río linternas de papel con un pez pintado en su exterior. Estas luces navegan a lo largo del río y, según dice un canto popular del lugar, viajan hacia las estrellas. La tradición no ha muerto a pesar del tiempo y de la llegada de nuevas generaciones.


Ben y sus amigos tienen un plan. Tomarán sus bicicletas e irán más lejos de lo que nadie haya ido jamás, todo para seguir la ruta de las linternas en el río y descubrir cuál es su verdadero destino. A ellos se une Nathaniel, un chico al que rechazan por considerarlo un “ñoño”. Para este viaje tienen solo dos reglas: 1. Nadie regresa a casa, y 2. Nadie voltea hacia atrás. Esta travesía nos la presenta Nuestro pacto, una novela gráfica escrita e ilustrada por el estadounidense Ryan Andrews, radicado actualmente en Japón.

Este viaje iniciático nos lleva por esos terrenos a los que nuestra imaginación nos transportaba cuando niños, esos rincones insólitos que se construyeron ante cada idea que teníamos. Este libro es tan impredecible como lo que iba a ocurrir en nuestro cuarto cuando llegaba la hora de jugar (o como un capítulo de Dark). Un paseo en dos ruedas que termina empujándonos a una fantasía increíble por espacios llenos de magia y misterio, en los que los animales hablan nuestro idioma y una anciana puede encerrar una estrella en un pequeño recipiente.


Este libro trata de la amistad, de la presión que dejamos que lo que los demás piensan ejerza sobre nuestras decisiones, de la solidaridad y, especialmente, de la importancia de disfrutar el camino por sobre el objetivo que queríamos encontrar al final de él, y de la importancia de unirnos, aunque sea por un espacio de tiempo, al camino de otros. ¿Qué pasa después de que logramos llegar a ese lugar que tanto anhelábamos? Esa es una de las cosas sobre las que esta historia puede llevarnos a pensar.

Algo valioso de la historia que nos regalan Ben y Nathaniel es el lugar que se da al folklore, a las tradiciones que marcan lo que somos como individuos y como sociedad. La globalización y la modernidad han provocado que la diversidad cultural se difumine con la penetración de estándares y la uniformidad que esto genera en nuestras acciones, y resulta interesante ver cómo esta historia middle-grade presenta el tema a los más jóvenes.


Al tiempo que las luces recorren el río, nosotros caminamos por una novela gráfica bellísimamente ilustrada en la que predominan los grises y una paleta de azules oscuros que permiten enfatizar y dar brillo a los puntos que más lo requieren. Los planos de página completa o dos páginas son soberbios y nos sumergen sin reparo en el escenario al que el autor quiere invitarnos. Imágenes para enmarcar.

Si hay algo malo que decir de esta lectura es que la aventura resulta muy concisa y las ganas de profundizar más en el universo no se satisfacen. El mundo que crea el autor está lleno de posibilidades y las pasadas 300 páginas de este libro se quedan cortas.


Nuestro pacto es una invitación a vivir una experiencia única, de esas que tanto disfrutábamos cuando éramos niños y esas mismas que echamos de menos cuando la niñez se agota y la adultez nos atrapa. Una novela gráfica preciosa que nos hace pensar en los demás y en lo egoístas que solemos ser al negarnos la posibilidad de experimentar y conocer cosas por fuera de nuestra zona de confort. Un viaje sin regreso a un lugar que cada uno debe descubrir por su cuenta.


Pdta.: Ojalá tengamos el placer de ver este libro adaptado a la pantalla gigante.


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