Reseña: Kentukis - Samantha Schweblin

Tengo muy buenos recuerdos de mi infancia, entre ellos el de verme ansioso esperando a que mi mamá llegara a casa luego del trabajo. Ella siempre me traía cosas como rompecabezas, colores, plastilina, juguetes, álbumes o minilibros de cuentos con una barra de cerbatanas. Pero un día el regalo fue diferente.

Ya había visto a varios de mis compañeros de colegio con unos aparaticos que cabían perfectamente en sus manos, los cuales tenían diferentes colores. Estos artefactos son mascotas digitales, las cuales demandan tiempo y atención en sus cuidados (tal como debe dársele a una mascota de carne y hueso). Hay que alimentarlas, llevarlas al baño, curarlas en caso de enfermedad, educarlas, limpiarlas, sacarlas a jugar y acostarlas a dormir.


Cuando leí la sinopsis de Kentukis de la laureada escritora argentina Samantha Schweblin, no pude evitar pensar en la serie británica Black Mirror, y también en el Tamagotchi de color azul claro que mi mamá me regaló cuando tenía siete u ocho años. Recuerdo perfectamente a ese dinosaurio que me llenaba de felicidad hasta que, a los siete días, moría para volver a la vida con el accionar de un botón.

Los Kentukis son robots con apariencia de peluches (me los imagino muy parecidos a los Furbies). Hay Kentukis con forma de conejos, cuervos, dragones o topos, entre otros. En la parte inferior cuentan con tres ruedas para poder moverse. Esta innovación tecnológica plantea una conexión especial entre dos personas, la cual se establece gracias a la cámara que el robot lleva en sus ojos.


La comercialización de los Kentukis se realiza en dos vías: por una parte, quien compra al robot (a quienes se les denomina amos) y por otra quien adquiere la conexión y puede ver, a través de la cámara del aparato, todo lo que pasa en la vida de su amo (a estos se les denomina Kentukis).

Este es el planteamiento de la reciente novela de una de las voces más relevantes de la literatura latinoamericana contemporánea (Schweblin ganó los premios Casa de las Américas y Shirley Jackson, y fue nominada al Man Booker). La autora presenta un futuro palpable en el que la penetración de la tecnología es prácticamente absoluta y la aparición de estos robots causa revuelo e interés en la población mundial.


Samantha Schweblin construye esta novela a base de lo que parecen cuentos, su territorio más prolífico. Cada uno de estos (algunos se extienden a lo largo de todo el libro y otros son tan instantáneos como la vida de varios Kentukis) nos presenta a seres humanos que han decidido adquirir a un robot o una conexión a estos y establecer así un vínculo con alguien completamente desconocido.

Este libro recuerda la fragilidad humana, nuestra tendencia a la necesidad constante de aprobación, los límites que estamos dispuestos a pisar con tal de pertenecer, la capacidad insana de pervertirlo todo y lo fácilmente influenciables que podemos resultar. Pasearse por este libro es ver un lugar lleno de personas revisando sus redes sociales a la espera de nueva notificación, de un Like que valide sus acciones, de husmear sin descanso las publicaciones de los demás o de una respuesta fugaz al mensaje recién enviado.


Gracias a mis amigos de Me gusta leer Colombia, ya tengo mi propio Kentuki.

El contexto que muestra Kentukis es tan desconcertante como la realidad que vivimos actualmente, en la que padres entregan la custodia y cuidado de sus hijos a una tablet ante su incapacidad de estar con ellos. La autora se arraiga a la naturaleza humana y a una narrativa sin adornos para construir una historia de tensión constante y desarrollo ágil.

Lo más delicioso de este libro es que no pretende emitir un juicio moral sobre nada, sino simplemente exponer algo y dejar el tema en la mesa para que cada uno lo aborde de la manera que mejor sienta. En lo personal, la novela fue un nuevo llamado de atención en lo que corresponde a mirarme más a mí mismo y dejar de prestar atención a la vida de los demás.


Samantha Schweblin. Tomada de El Mundo.

Kentukis es mirarnos en un espejo social, leer un análisis de la soledad a la que la hiperconectividad nos ha empujado (o quizás a la que nosotros mismos nos hemos arrojado), meternos en un juego perverso en el que la intimidad pierde valor y aventurarnos a descubrir cuán peligrosos podemos ser para nosotros mismos. Un interesantísimo y singular ejercicio en el que el lector termina siendo protagonista de la historia al convertirse en Kentuki de todas las personas que son retratadas en las páginas del libro.


Pdta. 1: luego de leer este libro, no puedo dejar de recomendarles el microrrelato de Julio Cortázar “Instrucciones para dar cuerda a un reloj”.

Pdta. 2: he leído varias críticas a lo sencilla que resulta la escritura de Samantha Schweblin a la lectura. Sin comentarios.

Pdta. 3: también he leído muchas críticas al libro por todo el mercadeo que hay detrás de él. Nuevamente, sin comentarios.

Comentarios

  1. ¡Holaaa!

    Buah, acabo de terminar este libro hace un par de días y ha sido FASCINANTE. Es verdad que al principio el concepto de los kentukis me descolocaba un poco, no entendía cómo podía funcionar aquello o para que servía, pero a medida que la autora nos iba exponiendo más situaciones te vas metiendo de lleno en esa realidad. A mí me recordaba a un capítulo de Black mirror jajajaj

    ¡muchos besos!

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    Respuestas
    1. Hola, Irene. A mí me encantó el libro.

      Muchas gracias por tu comentario, por pasarte por aquí y un fuerte abrazo :)

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  2. Me pareció un libro para adolescentes, estoy preparando mi reseña. Un libro completamente plano y naif. Muy desilusionada.

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  3. Efectivamente es para adolescentes. Súper recomendado para quienes comienzan a utilizar las redes sociales

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