Reseña: Hay días en que estamos idos - Andrés Mauricio Muñoz
Suena el despertador, lo miras de manera odiosa antes de
apagarlo y volver a cerrar los ojos, pero él insiste en hacer que tu día empiece.
Y debe empezar, pues las cuentas de la casa no desaparecen con solo imaginarlo,
la comida no llega a la alacena con solo pedirlo, y la familia no se alimenta de
sueños como piensan algunos. Ducharte, vestirte, desayunar, cepillarte los
dientes, despedirte afanosamente de los tuyos, y esperar en el paradero para embutirte
en el bus con decenas de historias que se transportan a 30 k/h en una ciudad
gris como el alma de quienes la habitan, una ciudad en la que la cotidianeidad
se traga los anhelos de aquellos incautos que la caminan sin prestar atención a
sí mismos. Llegas sudando al trabajo, enojado porque una señora de unos
cuarenta y tantos te insultó porque, según ella, no le hacías espacio y la
estabas mirando mal. ¿Acaso todo mundo en el transporte público no observa con
desprecio al otro? ¿Acaso la apatía y la indiferencia no es lo que sostiene a
todos los que lo rodean? Se sienta en su puesto desgastado, que viola todas las
leyes de la ergonomía, y cuyo color azul rey ya luce arrugas como muestra del
paso del tiempo, las mismas que empiezan a invadir su rostro, ese rostro que
mira el reloj y el calendario cientos de veces al día, a la espera de que algo
suceda, de que la monotonía desaparezca y logre ser el protagonista de algo que
valga la pena contarles a sus nietos. Son las 8:55 a.m. y en su computador
aparece el recordatorio de la reunión que dará inicio en cinco minutos. La
función debe continuar…
Lore jamás imaginó que su hijo desapareciera un día en un
lugar al que ella no tenía acceso, ni Sora que la matica a la que debían cuidar
muriera asfixiada en el baúl de un carro, y tampoco el esposo de Juliana que las
vacaciones forzadas terminaran haciéndose perpetuas. Estoy seguro de que Jimena
no tenía en mente perder a su hijo, ni Melisa que el mundo de la actuación
fuera una fiera expectante por meterla en sus fauces y acabar con cualquier
resquicio de vida que le pudiera quedar. Y por supuesto, sé que Mariana y su pareja
no tenían en mente que la visita a un cortinero fuera a cambiarles la vida como
terminó haciéndolo.
Pero en las historias que escribimos día a día lo único que
tenemos asegurado es que los giros de tuerca, como el del final de la película “Sexto
sentido”, pueden aparecer luego de una coma o de un punto que pensábamos final,
y los capítulos que teníamos imaginados deben ser reescritos, e incluso
delegados a un escritor que termine de redactarlos.
Y esa es la mayor virtud de Andrés Mauricio Muñoz en “Hay
días en que estamos idos”, libro nominado al IV Premio Biblioteca de Narrativa
Colombiana: inmiscuirse en nuestros días, en esas rutinas establecidas, en esos
órdenes que pensamos imperturbables, para mostrarnos que la linealidad del
tiempo y de la vida humana está llena de anomalías, de momentos disruptivos, de
sucesos inesperados.
Seis cuentos en donde el ser humano es el protagonista y las
tragedias personales son el centro de la trama; seis vivencias en las que la
fragilidad que somos se vislumbra, y en donde la redención es un germen al que ninguno
es inmune. El instinto de supervivencia nunca nos abandona, así la cobardía
parezca lo más obvio.
Citas para la vida |
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